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Profesora nativa, encantadora Y enamorada de la vida… Mis clases de francés… Que yo me sé, No fracasaré en ellas, Pues lograré amor.
Graduarme, Paz por todas partes, Buenas aventuras, Compañerismo, Saber más, aprender, Poder hablar con los míos, Que están en París… Que quiero, que aprecio, Que deseo ver, que adoro Con el corazón y con la mente.
Entre París y abril Late mi corazón, Pero duele mi pecho Por una triste operación Que no dejó cicatriz, La mala suerte me acompañó, No volví a ver el rostro de mi amado En abril, Pero sí que volví a París, Quizás algún día de abril, Piense él en estar también, Conmigo.
Abril y París, París y abril, Mi corazón empieza a vivir Como una flor que nace, Crece y resplandece, Muy despierta ella, Muy sana y con sus gatos Chitiko y Tomsy Warrelsy, Y sin cobardía, Que para eso ya está la otra Parte de mí.
Mientras la flor no perezca Creeré que la vida me sonríe, Cuida y ampara.
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Poeta
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DESVALIJADOR AGRESTE
Por el destino ladrón se levanta un regalo azul, con miles de polvos yertos bajo el suelo rojo, en la bañera dónde anida cada luna dulce, excesivamente láctea en almíbar insomne, con el sol del invierno entre las piernas ya.
¡Desvalijador del polvo divino en fuga!. Agreste. Pedestre. Rupestre. Terrestre.
Agreste, del haber sembrado, miles de almas en las nubes, ¡Con la historia campaneando sola!. En la tierra que cultivó calaveras en familias.
¡Desvalijador del mismo espíritu humanista!. En la insolación del puerto en la isla indefensa. Porqué cada vez al otoño busca encender óseo. Siendo cargador amargo del desencanto intérprete. En la noche que publica el ser injuriado sin sangre.
¡Ebrio el mismo torbellino le recuerda en todo instante!. Aún antes del cómplice camino del trigal sobre charcos. ¡Eritrocíticos inocentes desamparados evidentes miles!. Por el sentido del absurdo, con los jardines del metal. Por todo el ambiente donde sucumbió el silencio indemne.
¿Quién hay qué las huellas eternas enmascare y refrene?. Porqué las gotas beben, asustadas del frío, que al hielo abandonan. En la obra del fracaso, donde al mismo infortunio pasma, infame ya. Muy por encima del ser visto con todo el despliegue enjugando volátil. Entre tantos que hicieron, del haber nacido sin motivos mañana velados.
Desvalijador, de las cuatro voluntades, con todo el sonido dulce amarillo. En el parque inmediato del saber blando, pensando detener al viento. Con el arte automático del equivocarse solo, en lo indefendible, injustificable. Con todo lo ladrón de los alientos del polvo hoy, gratuitos años ingratos. Con la responsabilidad del lujo abaratarse, cualquier vida, altanero ruinoso.
Desvalijador agreste al mismo cielo embiste y viste de luto innúmero. Con toda la reducida satisfacción del opresivo naranjal en secas venas. Prestigioso prestidigitador de lápidas, cenizas y panteones, tiernos inocentes. Con el olor dolor de todas las paredes y techos sepultados entre la cuestión. ¡Pasiva la oruga, sin freno el suelo, dócil en la experiencia del cepillo una lombriz!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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Amante dulce del alma, bien soberano a que aspiro, tú que sabes las ofensas castigar a beneficios; divino imán en que adoro hoy que tan propicio os miro que me animás a la osadía de poder llamaros mío; hoy, que en unión amorosa, pareció a vuestro cariño, que si no estabais en mí era poco estar conmigo; hoy, que para examinar el afecto con que os sirvo, al corazón en persona habéis entrado vos mismo, pregunto ¿es amor o celos tan cuidadoso escrutinio? que quien lo registra todo da de sospechar indicios. Mas ¡ay, bárbara ignorante, y que de errores he dicho, como si el estorbo humano obstara al lince divino! Para ver los corazones no es menester asistirlos; que para vos son patentes las entrañas del abismo. Con una intuición presente tenéis en vuestro registro, el infinito pasado, hasta el presente finito; luego no necesitabais, para ver el pecho mío, si lo estáis mirando sabio, entrar a mirarlo fino; luego es amor, no celos, lo que en vos miro.
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Poeta
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