OBCECADO...
Anochece en el triángulo sedoso de la noche,
en los dibujos astronómicos del enojo,
con las pestañas inflexibles de las piernas,
y una lluvia de frambuesas que punzan,
que pesan al viento sus cabellos de fuego,
en los pañuelos incomprendidos del caballo,
con la miel cuando mira el sufrimiento recto,
de un suspiro que huele a hierba seca.
Obcecado.
Ocioso.
Obstáculo opíparo opresivo.
En las tranquilas tinieblas de la solvencia,
tríptica y evasiva al hender en enfado,
al desagradecer la andanada salubre,
en el atardecer arrugada y escarchada,
la concha marchita en el jardín del olvido,
en los círculos que truenan al otoño azul,
por las calles de las dudas exactas intérpretes,
en las flores que duelen al invierno suplicante.
Obcecado.
Ominoso.
Oquedad opulento orco.
Al amanecer como las ventanas en la colina,
deshilando los ladridos en los conejos,
sin culpa ni envidia sin confín ni reptar,
en los racimos de rocas constantes,
en los papeles bestiales de las murallas,
fragancias de impune fiera conmovida.
¡Hasta en la mañana del cruel consejo!.
Del espejo solitario persiguiendo al tiempo.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez