A.R.T.E.R.O.
Cuando miraba el viento
El tren corría
Por las sombras del abismo iluminado
Por las estrellas del sueño ciego
El tren corría
Cuando saltaba el ocaso.
Artero, artero, el triste tren
Va vagando por la región extraña,
porque sus ojos doblaron las rodillas,
porque sus hojas plantaron las estrellas.
Artero, artero.
El tren está triste.
Artero y triste el tren está,
en la blanda incrustación de consonantes,
en la banda incursión de catafalcos.
El tren pasa por el valle de los cristales.
El tren pasa, artero artero.
En la consciencia torcida.
De los pérfidos baluartes.
En la caricia atrevida.
De los pórticos prolíficos.
En la mirada perdida.
De los efímeros furores.
Artero y triste el tren está.
Por el viento que miraba.
Saltando el ocaso artero miraba.
Y el tren ya no corría, ya no corría.
En las sombras ciegas estaba.
Y el viento artero y el tren ya no miraba.
Ni a las estrellas del abismo...
Y el ataúd en el pecho de traje nuevo.
Donde la luna se desviste de albura.
Donde la noche se apaga de gris.
Donde la danza se amarra de luces.
Y el ataúd en el lecho de trampa vieja.
Viaja entre las cenizas olvidadas.
Viaja entre los mecánicos gemidos.
Por los muslos subterráneos.
Por los marcos camareros...
Ar
Te
Ro
Donde
Solo nadie sabe
Y nadie nació ayer
De los muertos fusiles fermentados
De las muestras fusibles fabricados
Nadie, nadie.
Solo nadie sabe
Cuando miraba el viento
Y el tren corría
Por la sombra
Del silencio
¡Estremecido!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez