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Menguantes marionetas
En las dunas están los hipopótamos entre los ecos secos y trepando a los cabellos de los cables rojo reuniendo, cables y más cables, varas, años, lentes en las faldas fulgurantes dientes de los ojos más. ¡Trepidando al suelo labrador de la muchacha!.
Con El Mágico burdel circular. Del timbre almendro insomne, devastado cazador. En llamas húmedas al pegar. La boca estrecha al pasadizo recipiente de figuras diferentes, dimensiones. Del nitrato caliginoso del escritorio.
Agrupando. Desgarradoras escalinatas. ¡La caña, aliña, escape ahumado el garrapatear!. Estando El Cobre bajo el adobe, cerrada necesidad. ¡El humo herido se desploma!. Desmantelando. Los domésticos cuidados, ilusiones duras de la nada. Del desenmarañado duelo, sin desenfreno. Por el claro y cuadrangular helecho, por el enjebar del qué fue objeto. Congénere a veces de la congestión. Las menguantes marionetas. ¡Despanzurran despalillando al mismo teatro!.
En la fría caldera sin brecha, por el amor de la madera plastificada en las calles, al causar desmayo, junio y julio, el cesáreo estiércol estipulado. Marionetas. Aunque. Lluevan transeúntes trágicos abstractos. A pesar de las hileras de dolores en rodajas.
Menguantes. Apogeo del baile acusando a los panteones. Con todo el pulso de sábanas y tundras. Marionetas. ¡Jamás!. A cargo, del nombre, peligroso, pelirrojo. Vio a los ecos hipopótamos lejanos. ¡Con la venda ciega y sin precio!. Menguantes. En cualquier ventanilla de vainilla, a la caza de la rapiña, misma que cultivan, en los sueños, diarios con su lenguaje almidonado, y la mirada fija en el precio.
Al final ¡Solo conato de concoideo!. ¡Solo conculcar y desgolletar!. Con las arañas, cada bisonte, al muérdago ajolote. ¡Solo prueba de almohada!. ¡Solo corsé del enredijo!. De marionetas menguantes.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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"Cuidados, ¿qué me queréis? tened un poco la rienda; que no podréis derribar lo menos de mi firmeza. Entre el amor y vosotros hay notable diferencia: que el amor tiene por gloria lo que vosotros por pena. Pensaréis que me obligáis en hacer que no lo tenga: ¿quién os engaña, cuidados, si descanso en padecerla? Para cuidaos os quiero; que no puede ser que os quiera para descanso quien ama, para cuidados quien cela. Cuando contemplo, Amarilis, en tu divina belleza, tanto gusto de los males, que de los bienes me pesa. Los desdenes de tus ojos agradezco por fineza. ¡Que nueva invención de amor que los disgustos se deban! A tal extremo he llegado, que estimo que me aborrescas, por ver si puede mi amor satisfacerse de penas. Y con pensar que te obligo aún no quiero que lo sepas, porque el verdadero amante sólo de su amor se premia. Pero mira ¡qué desdicha! que tal vez en esta ausencia no me alivia tu hermosura por imaginar mi ofensa."
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Poeta
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