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AL UNÍSONO VERSÁTIL
Nunca vengo, y ahora el cielo, extrañarme dice un sueño, no recuerdo ni mis pies, y sólo, el viento canta.
Acaparad la calma. Acabarla alarma. ¡Agasajad la paz! Al alma ablanda.
Nada sé. Me fui con mi pelo. Dando al agua mi sed. ¡Ella sola se humedece!. Mi traje de invierno espera.
Las alacranadas abrasan, acalambran agarbanzadas. Abarcarlas abarranca. Agarrarlas agarrafa.
Soy el mismo, no tengo dudas, las fabrico con el destino. ¡Que muere y continúa viviendo! En la mesa, la silla y la cuchara.
Alada alaba al alba. La abrava la abraza La aclama la aclara. Alargarla ala al alma.
En tanto la lluvia me viste, en pocos segundos amarillo, el sol la piel acaricia. Y estos ojos ven poco.
Adapta al alma. ¡Aclamad la calma!. Clama acatarla. ¡Al afamar la paz!.
Esperando la ventana mira, los zapatos descalzos con hambre, sueñan cada vez caminos, con el mar en cada labio.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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Miel marina (Surrealista)
Ardorosa rema rosada la mano cerca del pez enjaulado el remo alado mueve las olas en los versos miel salada azúcar del mar de racimos de cucharas para no morir en la fiebre de los ríos entre el caudaloso clima horizontal hoy verdugo de los años fragmentos pescadores de algodón en las aguas primordiales con harina piensa un árbol con vestido nuevo del otoño seguro triturado el amarillo de las hojas en los ojos por el frente seco del relámpago muy lento como ayer el día cargaba. Indómita una abeja cayendo de una gota, lloraba salvajemente a la miel pálida, no con el mar donde duerme, ni en la montaña de nieve esparcida. En las flores furiosas color vino. Quedándose sin espinas en el olivo. Entre el vientre alegre de una vasija. Ella, la mano rema en la mesa. Que mece mes a mes más o menos. Lejos de la orilla obscura. Del ceremonial de los minutos diminutos. Indignada el agua de la sed mojada, de los labios divididos. Tibio al fondo del monte ardiendo. ¡Mieles a mares del húmedo fuego!.Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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Después del palabrerío
En aquel silencio que corre desnudo en la libertad del marfil sumiso decorando catacumbas con la lengua del suspiro perpetuo de la herida presa por la trampa sospechosa del amor en un plato de plata pobre la cuchara promiscua de huecos llena el llano relleno de rayos ralos raros.
Del palabrerío después.
En aquel silencio sincero siniestro en la fuente primigenia del zapato del camino sin mucho esfuerzo se puede llegar a la ígnea floración del corredor de los perros azules en la ciudad de los peces perdidos por discutir con los canguros dormidos que olvidaron las metáforas en la noche.
Después del palabrerío.
En aquel silencio quería ver como había hecho el verso final donde las piedras tiraron pelotas donde la verdad sale de vacaciones y cada uno muestra su fracaso con la mágica fuerza del gato más allá de la retórica del sapo en la esquina del viento más cercano.
Después Del Palabrerío En Aquel Silencio El polvo ¡Muere su muerte polvoriento!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Përez
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Poeta
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ENLAGUNADO...
Acompañado con frecuencia iba por la noche indiferente a la soledad pensando con espinas, dulces, transparentes algodones, inquietos, los árboles corrían junto al río recostado sobre un verde rápido y amarillo triste.
Lagunas lagunas iban...
Saliendo las puertas por una cerrada ventana aserrada por el becerro que ve al cerro entrando por el hambre.
Por el hambre que llueve las cucharas abandonando los confines del apetito sinfín de alambres en el hombre que parece natural sin verle saltar los tornillos en el vientre de las tuercas ilusionadas con el canto adivinando el vuelo de un encino dudoso de su sino vegetal por los fierros que rechinan reclamando raíces calmas menos hojas acariciando otoños en los retoños al primaverear invernales pedernales sin sandalias que obligan a olvidar que comen las mañanas la misma luna confundida con un queso, tirando las cáscaras a la laguna.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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BIGORNIO DE LÉGAMO (Neosurrealista)
De la paz probar un plato. la cuchara ha de hambre muerto. Ya... ¡Vaya bicuadrado de bicípite bicoca!. Al precio de las últimas rodillas, en la mesa de las uvas inocentes, multiplicados miles de veces, en los vasos amueblados candelabros, por la orden de la noche impresionada. Ya... ¡De légamo el bigornio fructifica!. Ya... ¡De óbito es el plato y la cuchara!.
De Légamo Bigornio.
¡Cuánta birlesca cunde!. Apartando de la piel sus extremos. Y de soslayo las cosas deseables. Entre los premios consternados. ¡En el vituperio blasmar!. Por esos idilios del bocadear. ¡En el fervor de los bancos!. Del pobre boquiseco incauto. ¡En el favor de los brincos!. De la parsimonia al paroxismo. ¡Cuánta birlesca cunde!.
Bigornio De Légamo.
De la paz con la certidumbre apresada, va la corriente resignada a ser lavada, por el ejemplo peregrino escalonado, de la cena fugitiva forastera, mendigando la riqueza sin retratos, de las copas invitadas en ayunas. ¡Por los bocados del hambre!. ¡Por los páramos del hombre!. Del légamo, bigornio, de légamo.
Ya los troncos copian al viento el olvido, en las cadenas heridas del borde, en las estrellas qué ladran, al resplandor del vidrio agrio, al palomar del traje sobrio. Ya los troncos copian al viento el olvido.
¡Vaya, vaya, sórdido bigornio!. Por el epítome sin efugio ni evasiva. ¡Vaya brete sin reclamo!. De lo bruno bordado en incontables poblados. Cafáreos calcáreos y escamados. De lo bruno bordado escaldados. ¡Vaya brete de calimbo calinoso viperino!.
Ya, ya, el pamplinero en fuga es solapado. De los hierros prometidos estremecidos. De los inseparables imponderables. En las falsas confusiones confesas. Se castigan las migajas de los vértigos espesos.
Ya, ya, por el bigornio de légamo.
La calle se ha ido, a morder la luna, con el nido sangrante, llena de hueco y ceniza. Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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De huellas...
El cuello del cementerio quedó enterrado, en la brisa de las hormigas adormiladas, por el rostro del caballo en las sombras, del algodón del armario en los nublados.
Dactilarísticamente.
Por el polvo en la mejilla de pájaro, antes del despedir sonrientes lejanías, donde un lago de ciervos, mantiene tortugas, sin historia, miles de tumbas olvidadas.
Dactilareándolas.
Bailan con traje de penumbras magras, decoran acocodrilados ácidos almendros, en la sangre prisionera del eclipse, hoy, en la piel de plástico y goma de manzana.
Dactilasticandose.
Por el paisaje ansioso del marfil dulce. Hoy hay féretros celestes, de tibio pesar, en la cuchara de los sapos, con gripe roja, al descuido, labios de vaso en almíbar gris.
Dactilariedades.
De huellas de cuello blanco el engendro. Huye con la hiel del alma, que perdió. Del cementerio que piensa escapar briago. El cuello quedó en la fuga enterrado.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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SOLEDAD OLEOSA
Del perfume a soledad cuelgan los espejos los pasados. Aromas náufragos de los últimos, domingos, relojes, repentinos, dictados de libreros compañeros fieles. Al paso de los benevolentes puentes. Soñadoras pesadillas iluminadas. Tinieblas acogedoras adoloridas. Por El vigoroso rumor de los otoños en una hoja. Al primer vaso en verso. ¡Quién más quién, menos escrito!. Como se cuenta en el silencio. Sol Edad Oleosa
Como insisten las tuercas al cuchillo triste. Olvidar y culpar a las cucharas. Recomendando. ¡Escuchar del mar el sabor dulce!. Tenebroso manipular. De las sedas emotivas. Manipular tenebroso. De las campanas. ¡Accidentales!. Como suenan en el solo más ahora. Del culpar a las balas de la vida. Balando los corderos entre nubes. Por El Devoto escritorio al impulso del pirata. Con la suerte arrobadora despeinada. ¡Decorando en el desierto la humedad!.
Edad oleosa solo edad oleosa. En la negrura del sol dormido. ¡Oleosantos!.
En el breve verde ventanal fatal. Por el muy distante anterior. En el sueño abierto de angustias dobles. Por el palacio de seca sangre. Y la sed qué delimita la justicia extinta. Por El juicio mudo del óleo. Del monólogo bendito. Un aceite retorcido. En la palabra. Suntuosamente torpe qué pasa pensando borrar el pasado y engañar las gotas a las tormentas, los estremecimientos del aire y al huracán en cada dedo afilando los crímenes contra la humanidad de los techos deshechos y los patios tapizados con los olvidos del hambre y las arañas mareadas.
Oleosa Sol Edad... Cuando del momento el umbral se traspasa El Pasado sin los reflejos desayunan los espejos. En la nada celosa de cualquier cosa. En la moda qué mide la vastedad del vacío. ¡Sangre, sangre, sangre!. Del viejo aguacero. Acariciando cada lecho. En la mirada del tiempo. En la muerte del olvido. Cuelgan Los Pasados Su Perfume A Soledad Los Relojes Repentinos...¡Soleosa Edad!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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Al autómata desrealizado
Cuando el pasado invade turbio. Al futuro transparente. En otra cosa. En otra hoja sin otoño.
En un debilitado infierno. Por el invierno perturbado. En la tierna primavera.
¡Anónima!. Petrificada como aquél enamorado hielo. Petrificado en el último segundo. ¡Apasionado!. El Autómata Desrealizado...
¡Autómata!... ¡Autómata!. En En el peor futuro hecho polvo En el mundo Encerrado En el estupor pavimentado. ¡Qué invade techos y paredes!. Lechos y cucharas, radios y tenedores. ¡Con el televisor enfermo!. No lo duda ni el lápiz extraviado, ni la esquina menos importante, ni el defecto menos ordinario.
¡Autómata desrealizado!.
Donde mueren los instantes. En un momento. En el mundo primordial de las almohadas. En la esfera triangular aguja. Del trozo del mundo deglutido. ¡Haciendo sentir mucho y pensar poco!.
Haciendo Sentir Mucho Y Pensar Poco. Pensar. Y mucho sentir.¡Automáticamente!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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ZAMBRA HOSTIL
Por Los Ac Tínicos mutantes rayos hilachas. ¡Apodícticos!.
Aquí. El miedo se ha hecho hipodérmico. Por la impotencia del hipódromo. El miedo también es hidráulico. Por el hipermercadeo. Donde no baja ni aún, como submarino, el viento.
Ni se quedan holográficas las iguanas. Ni aquí en las torres, del cloroplasto. Ni en las largas clavículas vivíparas. Estando, salpicando alquitrán en las alturas. Estando en que un día caerán, en la vitamínica volátil, las batidas, arrasadas en las cucharas pasteleras, dentro de la propia, y ajena, apetitosa, hambre, y lumbre.
Desplómate, alquimista cíclico y gradual, ciudad, adobe, ladrillo, cartón y arena, calles, callejones, de hombres huecos, de nombres ignorados, de ondas rectas del cetáceo curvo grácil, entre híbridos camaleones terribles.
Amor de la bala por el barro, amor del cuchillo por el pecho, amor del aliento por la carne, angelical altruista de pólvora pasión. ¡Celeste caletre de retrete!. Cae desde el inocuo latido, por la misma sed de los caminos inocentes, con el porvenir del cadavérico bolsillo, y el amor de la moneda, y el amor de la vida, efímera sintiendo, como si fuera eterna.
Insensible, pasajero del recuerdo, ignorado, accidente temporal, de la memoria eterna.
Que de ventanas martirizadas, calles cerradas excavadas, de cristales sonrientes, de plásticos elogios, de vencidas avellanas, y dobladas estructuras.
Fábulas de sillones y de cajones. Viejos cazadores de ambigüedades.
Por aquél, mañana, del pasado. Entonces que entrará, sin verlo, y lo podrá bajar el viento, hasta el nivel, níquel del fondo, con el pulso del fosfato, y desde entonces, solo hay un sin embargo, un no obstante, un pero siempre, donde no existirá más, abajo, arriba ni de lado, ni de frente, ni soñando.
¡Qué suelen fingir mil veces, mil semblantes, mil segundos!. Los ¡Qué al humo dan lecciones de ceniza!. Una vez, con una interminable mentira.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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