(A mi tío, Toto)
Tío, usté que me acompaña en sentimiento y vivencia y los dos por coincidencia tenemos esta alma extraña que en la soledad se amaña como tala sobre piedra, ¿verdá que no es por herencia de raza tosca y huraña, que el casorio no nos cuadra sino por tener concencia?
Pasa que no hicimos penca al amor y su artimaña y en forma alegre y sobrada corrimos otra carrera. La ganamos por sincera con la libertá por cancha y al festejarla con caña por fiel y por compañera, si no hay pan sobre la mesa no hay familia atormentada.
Hay casoriáos ganadores que desatienden su premio: la mujer, que medio en cueros reparte los hijos, ¡pobre! Otros portan rumiadores como güeyes, ¡brutos cuernos! Será güeno el casamiento pero por los desconformes, cada vez hay menos monjes rumbo d’ese monasterio.
Usté, yo y nuestros baguales, seguimos de corredores. Si no somos triunfadores pa los “bandera” sociales, somos viento en los barriales donde ruedan los chambones. Pero pa verlos conformes, vamos, tío, a confesarles que sufrimos varios males aunque no por desamores.
A más, pa aprontar mujer hoy en día no hay que varear; elije donde largar y mansita viene al pie. ¡Justo pa nuestra vejez, tío, esa facilidá! ¡Meno’ nos vamo’ a casar! Pa’l hembraje aprestesé, sin arreos vengasé qu’en pelo vamo’ a montar.
José Martí, muy sesudo, tres fines ha madurado: Primero, plantar un árbol, tener un hijo, el segundo y si aquí no me confundo, un libro, escribir, paisano: Del terruño, somos Árbol. Y el Hijo; ya saldrá alguno de entre tanto amor montuno. Libro: nuestros versos gauchos.
Y así, con fecha y con flores, muertos, pero disfrutados presente como pasado y más que tristes, cantores, llegaremos los dos yoquis al santísimo juzgado. Y si por algún pecado el infierno nos imponen, a cambio de unas lecciones… ¡fija!, nos indulta el Diablo.
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Poeta
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