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FUNERAL BUCÓLICO Autor : Justo Sierra México ( 1848-1912 )
Funeral Bucólico
Su esfera de cristal la luna apaga En la pálida niebla de la aurora Y la brisa del mar fresca y sonora Entre los pinos de la costa vaga.
Aquí murió de amor en hora aciaga Mirtilo, y bala su rebaño; llora La primavera y le tributa Flora Rústico incienso cuyo olor embriaga.
Allí la pira está; doliente y grave Danza emprenden en torno los pastores Coronados de cipo y de verbena;
La selva plañe con murmurio suave Y yace, de Mirtilo entre las flores, Oliendo a mil aún la dulce avena.
II
Mas llegan los pastores en bandadas Al reír la mañana en el Oriente; Mezclan su voz al cántico doliente Y se abren las violas perfumadas.
Ya se tornan guirnaldas animadas Las danzas ; ya las mueve ritmo ardiente Al que hacen coro en la vecina fuente Faunos lascivos y risueños driadas.
Vibra Febo su dardo de diamante; El baile raudo gira, el seno opreso De las pastoras rompe en delirante
Grito de amor que llena el aire en ceso. Mirtilo, el boquirrubio, en ese instante Vuelto habría a la vida con un beso.
III
Ünese a los sollozos convulsivos De los abiertos labios, el sonoro Choque, ya recogen el caliente lloro Las rojas bocas en los ojos vivos.
¡Homenaje a Mirtilo! ¿Cómo esquivos podrían ser sus manes a ese coro? Al soplo del amor y en barca de oro Su alma huía los cármenes nativos.
Las tazas nuevas en que hierve pura La leche vierten del redondo seno A torrentes su nítida blancura.
Sobre el fúnebre altar de aromas lleno El fuego borda al fin la pira oscura Y asciende el sol en el zafir sereno.
IV
Crece la hoguera, muerde con enojo Las ramas cuya esencia bebe el viento Y el baile muere al exhalar su aliento La última llama en el postrer abrojo.
En un vaso de arcilla negro y rojo, Recogen las cenizas al momento Los pastores y en tosco monumento Guardan píos el mísero despojo.
Duerme Mirtilo; floresta Umbría Que en tu sepulcro abandonado vierte Su inefable y serena poesía,
No olvidará tu dolorosa suerte: Ni de tu amor la efímera elegía, Ni tus bodas eternas con la muerte.
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Poeta
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SOBRE EL INFUNDIO
Hablaba y las palabras eran una ebria culebra por la pared al descender humeantes en una lámpara enroscada al manantial de vidrio tratando de alzar el vuelo.
En el barco desierto hundiéndose asombrado con el océano de tripulante y dos telarañas en cada ojo esperando los recuerdos por tres semanas cayendo dentro de los zapatos en que todos nos sentíamos bien al poder estirar el cuello, más para matar el tiempo qué entre los charcos cómo sucedió un día hace muchos años antes de qué las aplastara la costa meridional qué sale del pecho escogiendo quedarse ayer profundamente haciendo coincidir los rayos y el sol qué daba de frente saltando por la ventana entre las filas de los remeros hacia los campos de quienes podían trasladarse todo el día en forma de un líquido viscoso con las palabras justas, traídas del más profundo infierno eructando con frecuencia aquella noche copiando cincuenta veces la constante inquietud del cielo al final de la razón simulando indiferencia, y alcanzando en vano entenderlas. Por eso el silencio salía huyendo arrugado. Infundio que al ser la diagonal que ha escrito, y escribe fabricando noches en los efímeros, extremos del suspiro... ¡Oh, suspiro redactor, de prótesis, de pazguato, del paulatino, derrumbamiento!. Ha quedado.
En la incómoda sonrisa de la escoria. En la fiera evocación de feria fatua, con la espiral del espejo que se ignora, en la fábula del ego trasplantado del imperecedero menoscabo qué danza en la brisa qué besa presa en la sujeción segregada imperativa en la inercia atada por la mirada del asteroide envenenado por la ceguera en la incierta flama por el pecho. ¡Oh, infundio intermitente del zambullirse!. En el orbe clandestino, de la paciencia imposible, de la tempestad traicionada, con la espuma del colosal absurdo y el resolgar elástico. Porqué... Van esquivos los fracasos encriptados, rasgando el velo del licor mezquino en el festival de los pórticos. y las palabras prósperas de nieve. En la silueta sinuosa, como nunca el hombre, el nudo amó en las urnas, donde los muertos nacen, montados en la visión ruda, que percibe al menor ruido, cuándo los pies cubren sus llamas, por el rumbo absorto, por el desmesurado añil anclado amasado en las furias del dinero entre hecatombes perdiendo del aire el sabor diestramente dócil en la sutil inocencia del abismo desesperado. ¡Vaya por los grandes dones del temerario cristal qué fluye!. Que arrastra el cielo macilento en el inmenso frontispicio infatigable guía que siembra en los mares una desnuda y grácil escultura, en la hojarasca fría, de un tenue cobalto, a pesar del ingrato ideal de la demencia, con las alas abiertas, y la trampa del trino que sofoca el verde patíbulo en las muchas cosas fingidas, envueltas en su abrigo, donde se marchita el residuo estéril de su brasa, y deja en la frente agrestes fragancias.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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La oración del ateo (Soneto) ___Miguel de Unamuno (España) (1864-1936).
Fué poeta, dramaturgo, novelista, filósofo, escribió además ensayo, prosa y narrativa. Profesor de griego y rector de la Universidad de Salamanca.
La oración de ateo
Oye mi ruego Tú, Dios que no existes, y en tu nada recoge estas mis quejas, Tú que a los pobres hombres nunca dejas sin consuelo de engaño. No resistes
a nuestro ruego y nuestro anhelo vistes. Cuando Tú de mi mente más te alejas, más recuerdo las plácidas consejas con que mi ama endulzóme noches tristes.
¡Qué grande eres, mi Dios! Eres tan grande que no eres sino Idea; es muy angosta la realidad por mucho que se expande
para abarcarte. Sufro yo a tu costa, Dios no existente, pues si Tú existieras existiría yo también de veras.
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Poeta
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C.R.O.N.I.F.I.C.A.D.O.
El Hombre Es El Sueño De Una Sombra ¡Exclamó Píndaro! Más Le Valiera Al Hombre No Haber Nacido ¡Baquílides lo dijo! Y Aún ¡Arión necesitó! De Un Delfín No Su Muerte Para Alcanzar La Costa De Las Virtudes Militares De Mitilene Alceo Con Todo El Amor De Safo Y El Paladar De Anacreonte Voy Del Dormir Al Soñar El Tiempo Atrapado En Tinta Con Tiento ¡Gustoso!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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Perfectible no más
Porqué nada han perdido de la nada ganada De la sangre menos roja palidez azul En el fondo alumbra soledad perdida ¡Qué paz en medio de un latido! ¡Qué inquietud inmóvil vuela! En la costa casta cuesta Per Fec Tib Lee Nom Mas Al yerto hueso yermo El fuego más caliente ardiendo ¡ Al menos frío hela nevoso ! Por... Por estar un poco muertas las tiernas tierras tiernas... ¡ Envejecen lo qué finge un fósil ! Nom Mas Per Fec Tib Lee De vestir transparente al invisible De sepultar al silencio sin ruido ¡Al mirar infelíz al candado entre cadenas! El trigo riega al sol tostando ¡Felíz avena el pobre suelo! ¡Juntas las paralelas...Profundas las alturas! Per Fec Tib Lee Mas Noo Una hormiga cien elefantes desayuna El bosque en una hoja en un segundo Miel insípida de verdades perfumada ¡Todo el peligro en la mayor tranquilidad! Nada ha pasado con todo lo perdido ¡Nunca menos como ayer jamás!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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UN DÍA DE MENOS
El día parecía interminable, ola tras ola, escondida la brisa en un calor doble con las palmeras en el cuadro. En la esquina la tarde reprochaba, en silencio, esa tolerancia cibernética, qué se materializó en su silla vacía, al pié de la cápsula recitada de la historia. Rumbo al pasillo, la cerradura ahora dejaba pasar un desgarrado flujo, aire espeso, cantos y murmullos metálicos, entre los blancos y lisos muros.
En el agua, estaba atrapado, el pensamiento de la sangre derramada, deformada, olvidada, sembrada a diario, entre la voz monótona acusando sólo a los pterodáctilos y los gusanos, electrónicos y plasmáticamente teletransferidos entre los tóxicos ingeridos, por los micrófonos y las pantallas.
No podía evitarlo, nada era ya insólito, las invasiones de planetas se planeaban cruelmente, la inhumanidad tejía redes asociales. Pero el pensar, eso sí, era como hecho insólito, misterioso, terrible.
La historia se repetía, ahora se eliminaban los pequeños intercambios mercantiles personales, la individualidad era sólo cosa del pasado milenio, después de la destrucción imperial, en las estrellas quedaba un ambiente triste y desolado.
Menos ese día, la nave en Neptuno, él, en aquél planeta desolado y contaminado, con mutantes rabiosos, enloquecidos y metálicos millonarios, en las pantallas extensibles, altavoces, programas holográficos, y los últimos datos de telemetría así lo indicaban.
¡Pobre madre tierra, ahora era como una viuda pobre, y la humanidad hija, la había traicionado siendo una informe filicida en toda la historia de su biología!. Y luego, el error del terror, las inmensas falsedades de armas de destrucción masiva, no lo eran tanto, pues el azul del sultán y los imperios y tiranías se habían multiplicado, el control ya no era de humanos, sino de personajes informáticos, robóticos.
Caminaba y las planillas en sus manos se mezclaban, cómo los insectos tropicales insisten en no dejar dormir en paz. Hacía varias décadas qué lo analizaba,el contacto por la red, sólo aseguraba su presencia, en realidad inundada en aislamiento, no importa el lugar, el gobierno de la galaxia asesinaba inmpunemente, así como en la Historia de aquél Nerón en los incendios de Roma, y luego los cristianos interactuando con los leones.
En algunos lugares, muy raros, aún quedaban consciencias y sitios inaccesibles, en el fondo del alma de unos seres humanos originales, plenamente encarnados, totalmente autoconscientes y con el potencial incalculable de automodificar su código genético a velocidad vertiginosa, controlando y generando antipartículas, sin embargo en la galaxia el gobierno continuaba asfixiando con impuestos, eliminando a cualquiera qué se opusiera, en fin los pterodáctilos servían para todo, y de todo se lespodría culpar.
Y repetido millones de veces, en los miles de medios de retransmisión de la información, deformada, distorsionada, sónica, satélites, microondas, discos, fibra óptica, y los medios visuales con combinaciones sensoperceptivas dejaban prácticamente inermes a todos los individuos.
La luz de ésa luna, se interpuso entre las otras, aún así, centelleaba y alumbraba la cara del tiempo desecho. ¡Seis años luz!. ¡Completamente perdidos, las imágenes gastadas, toda la energía liberada en las infinitas almas desencarnadas, el plasma mismo cambiaba de consistencia, y el mal afectó los mismos códigos genéticos, el dolor quedó incrustado por varios siglos concéntricos a la visión termogénica!.
Así lo había estado analizando, auxiliado por algunos cientos de miles de mensajes analizados por sus equipos, biomoleculares, y los instrumentos de astrofísica, en combinación con el consejo de varios sabios semimortales, y la ciencia paralela desconocida qué contenían varias cadenas neuronales heredadas. Más ahora, y a pesar de la reciente teletransportación y las últimas inyecciones de.
¿Vale la pena?. Repetía, en su intento por rediseñar radicalmente los menores detalles de la mujer del vapor a bordo en la revista. Las facciones holográficas eran tersas, palpables, incluso el olor desconcertaba, por lo inesperado, por los muslos y el apetito del aliento agitado. En la nave, para decirlo con franqueza, estaba una energía dañina, flotando en el ambiente, (tal vez antifotones del agujero negro de los seis tiempos detenidos).
Y se sentía como el más miserable, su incapacidad agudizada para la deshumanización progresiva le había fallado... Incluidos los fantasmas de en su viejo corazón terrestre, rejuvenecido por las radioactivas biomoléculas de su laboratorio personal de nanomedicina, se las autoaplicó el mes anterior.
Pero... Ni los ruidos eran consoladores, los reflejos multicolores deltablero alado, las noches de placer, los amigos en los otros sistemas novicios, cómo rebaños de pastores, le temían en la profundidad amistosa de tantos años...
El se decía, en voz baja, a solas... ¡No, el universo es más amplio, su expansión es reversible, hay un fuelle universal, y dentro de la antimateria las posibilidades son infinitas... Bien lo sabía, sólo se percibe en lo profundo de la mente, en la misma raíz del no-pensamiento, (en el shamadi, en el satori, después de aniquiliar todo ego e ilusión, con el dharma en las mismas arterias neoformadas)
Y sin embargo... Se preguntaba, ¿O quizá, sin darse cuenta, compartía la incapacidad de tolerar mutuamente, la muerte injusta y la vida involuntaria?. Hacía ejercicio, con ayuda del equipo y la vibración grabada entre sus genes, en la relatividad de la historia humana los huecos son inmensos.
Antes del colapso, los Sistemas económicos ahogaron la más mínima ética, y el exterminio fue atroz, tan veloz cómo el terror, y tan paralizante como el miedo qué asaltaba en cualquier noche. Los mismos terrestres erandesterrados, los humanoides se habían apoderado de los puestos importantes, y muchos eran rechazados, otros, arrastraban los instintos de poder y de riqueza, pero lo más peligroso, era.
La consciencia distorsionada, el lenguaje absurdo de cambiar las palabras y creer cambiar con ello los sucesos, los hechos mismos. ¡Vaya!. Más primitivos qué las últimas generaciones de antropoides del hiperespacio del centro de un agujero negro. Pues bien se sabía, desde varios siglos atrás, esto conducía al vacío, es más, lo generaba expontáneamente, conducía al espacio increado, sin dimensiones, al absurdo de las almas enfermas, y hacían qué el mal fuera contagioso.
El engendro, al amor increíble al dinero, a costa de cualquier cosa, la vida sin valor, nadie sabía qué era el honor, y toda esa fanaticada de perdones eternos a culpabilidades transitorias, temporales.
En fin, es muy largo de contar, tal vez en otra ocasión, pues el gobierno de la galaxia bien podría mandar eliminarme, y los pterodáctilos eran efectivos, y hay una energía espesa en el aire, ajena y arrogante, con características de una negación alucinante de los propios errores astronómicos... Y microscópicos bajo la piel de esas bestias informáticas recubiertas de piel humana.
Y ahí, bajo el agua, estaba el candado enorme, la mecánica del programa psíquico maestro, los códigos y métodos detallados de la gran cadena qué ata el pensamiento mismo, qué reduce la voluntad progresivamente, y con sus programas campimétricos, y qué finalmente reducen toda libertad hasta extinguirla, con el desconcertante resultado de que casi es imposible darse cuenta de ello.
Por eso estaba su pensamiento atrapado, bajo el agua, su mirada, clavada en el sangriento candado cibernético, impenetrable. Entró. Entró lentamente en el teletransportador, de nuevo, y regresó a la nave que lo esperaba en Neptuno. Y así terminó ese día.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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