Aventado...
Ha estado en todas partes. Su mirada se ha grabado
en toda superficie, demasiado en algunas, y en otras
poco. Como a veces muchas dulces y delicadas pupilas
lo saben... Con frecuencia corre hacia su muerte, huracanado,
y sin contorno, indefinibles son sus variaciones o sus derivados,
pero no es el mismo en todas partes... De repente reprende a las
tormentas con la frente fatigada del firme empeño en su visión
tenaz... Nadie sabe desde cuando está presente, y qué pueda
hablarse de las condiciones previas imposibles de llenar, y la
misma dificultad vuelve a repetirse desprovista de las más
exóticas explicaciones en la pendiente natural del momento
ignorado, acostumbrado a guardar el vaivén que detiene los
extremos del breve aliento...
Ante todo, es un servicio de limpia, benéfico o no, según la fuerza
remontando el curso de los siglos que tratan de comprender lo
qué hace su unidad al desprenderse de los espejismos transitorios
del barro... ¡Oh, si!. Ese barro alentado que arde al soñar . Ese
barro del sagrado aire insuflado que tiene una gran cantidad de
desecho. Siendo constantemente autor de la desgracia escrupulosa
de los alientos provisionales ajenos, y al arbitrio de los errores ordinarios.
Incontables veces se detuvo en un extremo del agua al fondo del fuego,
y en el herido hierro que acaricia la luna al fondo de una estrella nueva.
Desde su situación ha visto innumerables seres, construcciones, valles,
montañas, civilizaciones, aves, pastizales, selvas, ovejas, dinosaurios,
aviones, cohetes, hongos radioactivos, y el mismo sol le imita en su
corteza explosiva... Al verlo, se puede salir a abrirle la puerta o correr
asustado a ocultarse según sea el caso... Él no sabe cuando uno estuvo
ausente dando a nadie la mano en un adiós, o pasar de largo en los
intransferibles zapatos qué arañan ceremoniosos cualquier funeral
por un buen sueldo digerido en abejas tricolores de espinas purpúreas.
Nadie sabe de dónde viene ni a dónde va, y que hay infames gusanos
que dicen atraparlo con una red que cultivan su camino con la lengua
desdichada de los túneles hambrientos del poder de las monedas con
el horror del cereal por el suelo liso al darle lecciones a las ratas...
El tiempo nada le ha cambiado, y a diferencia de los infinitos dioses
ignorados u olvidados, él no tiene sombra... Ni derriba el tiempo, ni pide
plegarias, ama el plumaje de los buenos hábitos, vuela sin alas o tiene
un alba musical en los gránulos azules del cielo qué no lo apresa...
Pero.... Sólo desconoce una cosa de sí... Desde cuándo habita ahí y porqué...
Ha sido... ¿Porqué ha sido?.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez