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La sartén en la cocina brinda olores exquisitos, los gastronómicos ritos son pimienta y sal genuina del buen sabor que es la mina en guisos originales las ollas son magistrales y de su hervor hacen gala en la mesa se acicala el placer de comensales.
Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda Ciudad de México, a 25 de abril del 2024 Reg. SEP Indautor No. (en trámite)
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Poeta
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Un guajolote compraron el Día de Acción de Gracias, costumbres de aristocracias, primero, bien lo engordaron después lo sacrificaron; un nuevo nombre le dieron los gringos se lo comieron, la tradición mucho pesa, el pavo adornó la mesa y ni las gracias le dieron
Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda Ciudad de México, a 23 de febrero del 2024 Reg. SEP Indautor No. (en trámite)
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Poeta
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“Mi historia me compromete . . .”
Provengo de los volcanes que forjaron mis afanes, soy roca de sus entrañas preludio de mil hazañas.
Junto a la obsidiana, lava y al jaspe que no se acaba primo soy del magma ardiente, en tremolina ferviente.
De esos interiores lares, en furiosos avatares fui expulsado al exterior por designio del Creador.
Cual parte de un yacimiento me trajo a renacimiento un cantero, en laja dura, de un monte sin espesura.
Surgí a la luz como informe material, así, deforme de raíz me reconocen y en los pueblos me conocen:
Piedra negra de recinto pétrea, dura por instinto fuerte, recia, poderosa, resistente, aunque porosa.
Mi señor, el artesano con un marro en diestra mano a golpes bien me cincela, me esculpe, pues, me modela.
Labrar roca es cantería del fabricante maestría en su precario taller desde siempre, en el ayer.
Tarda en redondear mi forma cóncava, asaz me conforma precolombino de origen tres pies muy firmes me rigen.
Por medio del verso hablo, molcajete es un vocablo que en náhuatl es “mollicaxtli” también dicho “temolcaxtli”.
Que “cajete” significan y a mi cuerpo identifican como vasija honda y gruesa, utensilio de realeza.
Que aprecian por milenario soy docto factor culinario, el buen moler es mi trote junto al muñón tejolote.
Antes de por fin usarme se hace menester “curarme” con frijol, maíz del duro, pulverizar, . . . así perduro.
Soy tradicional mortero pa’l machacado certero de granos o vegetales y las especias vitales.
Las salsas ricas, sabrosas, entre otras muchas cosas pa’ martajar alimentos y sin dejar sedimentos.
Les evito cualquier brete del sazón, en molcajete el tejolote moltura a mano regia tritura.
Hago lucir la cocina de retro la visto fina mexicanísima antigua, prehispánica ahora exigua.
Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda Tecozautla, Estado de Hidalgo, México, a 27 de octubre del 2022 Dedicado al Maestro Artesano, Don Marcos Leocadio Martínez . . . Reg. SEP Indautor No. (en trámite)
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Poeta
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Cuando no hay pan ni pescado el alma se me acongoja, la barriga se me afloja. me siento apesadumbrado. Yo que siempre he profesado el cariño y el querer me ha tocado padecer dolores, susto y calambre por tener que pasar hambre, por no tener qué comer.
Es que el hambre es un martirio que azota a la humanidad y tiene la propiedad de llevarnos al delirio. Ando más blanco que un lirio, tan flaco como un alambre, mi cabeza es un enjambre de tormentos y desvanes porque los que tienen panes no se apiadan de mi hambre.
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Poeta
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Será que formiga tem faro? Não, não deve ter... Formiga não tem nariz, você não vê? Então como será que ela sente o cheiro das coisas?
Lá em casa tinha uns pães que estavam bem escondidos. As formigas descobriram, deixaram todos perdidos.
Até o pobre do gato sempre perde sua comida, porque o seu prato vive cheio de formiga.
Formigas comem nossas comidas, destroem nossas plantas, mordem nossas vidas... Como podemos chama-las de queridas?
A.J. Cardiais 28.04.2011 imagem: google
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Poeta
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O que é a vida? É dinheiro? É comida? É sexo? É bebida?
Juntando o côncavo e o convexo, vida é um troço complexo:
Traz alegrias e tristezas em anexo.
A.J. Cardiais imagem: google
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Poeta
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DESCRISMARSE EVANESCENTE
Subió al lomo del viejo libro y rodeó la mesa, de camino hacia el librero. Le acarició suavemente con los dedos temblorosos. No tardó en llegar al rincón por la cadena de penumbras que separaban las sombreadas paredes por la moribunda flama de aquella lámpara agotada. Una cabeza de lagartija pálida salió suavemente como las plumas del gallo declinando cantar de noche a la luna a medias entre las piedras sobre las hojas más qué otra cosa.
Había que pensar no solo en el dinero de la renta, sino en la comida escasa al borde del camino, justo para cualquier hambre desesperada de la impaciencia que no se sacaba ni siquiera del bolsillo más roto, por no estar destinado a liberarla como siempre antes de las primeras palabras.
Esta carta era de las qué no pedían mentiras qué puntualmente le proporcionaba el más moderno, y avanzado desempleo. En el gozo perdido de la vida humedecida como arena desterrada que abrasa el sol, y refresca las angustiosas noches. Dónde los viejos sueños huyen como ruedan las hojas secas por las brisas perdidas de los otoños cargando las tardes en la sed del alma, niebla tras niebla.
No dejaba de correr de puerta en puerta violentamente capturando el miedo de las ventanas en caso de caer un meteorito... Allá, cual mariposa que en los volcanes se acrisola con las amarguras franqueadas por el buen sol de los primeros días contemplando la tristeza clandestina, haciendo contorsiones ávida de inmolar ídolos solemnes de bronce sin rumbo ni veredas.
En aquel tiempo se produjo una pausa, y el vacío había puesto su peor cara por algo qué nada tenía qué ver con el asunto. Había sido un día fructífero, encontrando muchos casos igualmente desesperados, urgentes e ineludibles... Bien sabía qué con el paso de los años esto será cada vez más difícil de olvidar, en las escalas, en las nuevas formas de recordar, y con la simulación del equipo adecuado el motor del mismo dejará su lugar a uno distinto más allá de los sistemas de frenos frontales qué con el tiempo no han querido modificarse. Entrando en el futuro totalmente desarmada la consciencia, y en partes múltiples fragmentada la más mínima atención. La noche en miniatura corría por el bosque soberano, buscando un consejero en el difraz de una almohada. Así qué... Recogió las goteras del techo, dobló la tierra del piso, y cubrió el frío con los agujeros de una raída cobija en el punto central dónde el desaliento aprieta la debilidad de las noches anteriores. Pensaba irse al olvido de la región desierta aislado en una lobreguez amarga. No se permitiría consumirse en una lucha insana entre las ramas indiferentes al deshojar sus flores en la cumbre del granito de los pájaros sin trino, ni fundirse en los días por el desconsuelo qué postra al mismo eco ruinoso.
Pasaba del olvido reciente a los viejos recuerdos recostado como la espuma magnífica y distante allá en el valle del fondo anochecido... Y se decía, vaya forma de alivio. ¡Mañana será otro día!. Y claro, con el desnudo torrente y la fugaz sombra del sol en retirada en los empedrados, con el desenlace inevitable cubierto de esperanzas en su guarida... Estiró un bostezo sobre las piernas para demostrarse lo qué nunca había soñado por falta de una perfecta toma de consciencia de la decisión. El insomnio sería completo proliferando de día, y agarrándolo de los pelos en la prolongación de las nubes, en la rápida carrera al colchón recorriendo las vagas siluetas de carcomidas esperanzas, y cuándo esa primavera llegaba destrozando al invierno con sus verduras, sin la piedad campesina del tamaño de unas gotas de sobresaltos queriendo saludar la imagen deteriorada del espejo indiferente, cuándo la angustia es tal qué se anticipa a la eternidad más próxima y con más vitalidad. Evanescente y racionalizando el dolor inmediato al morirse plenamente, y adquiriendo las cualidades acumuladas por la inmensidad de una acción hábil qué se capta instantáneamente por el gesto clásico al percibir la importancia de la propia inexistencia. La noche era cada vez más íntima en la profundidad qué estremece y sacude las mismas procesiones de las pesadillas decoradas. ¡Y estaba sumergido en el descrismarse!. Lo qué significa la libertad absoluta, distinta, totalmente transformado fuera del tiempo dónde subyace la tristeza infinita. La tristeza de darse cuenta de qué uno ya no es el florecimiento del ocaso, ni relativo, ni comparativo, ni resultado de la influencia ambiental qué implica el sometimiento al cruel sistema caduco.
Así transcurrió largo tiempo durmiendo en el sublime estado en qué se encontraba, y pudo inventarse nuevamente en el peltre despostillado de la vasija que abrigaba su reciente incorporalidad, flotando al retornar al botín de cosas inútiles qué se adueñan aniquilando la esencia de los últimos indicios del orden. Con la luz de una sonrisa perdida.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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