Apagándoce trece
Ese bendito rayo
tiene las cejas llenas de perdones,
pensaron los edredones.
Aunque las plantas subieron al techo y el piso,
corría bajando la ventana del patio.
Mañana dirán que nadie lo supo,
porqué las bicicletas descansan tristes,
las piedras de los clavos,
y no la tarde muerta que despierta noche.
Luego entraron los ríos escribiendo ligeros
y los patos desayunando violines del lago.
Esa nube, salta, vuela, escapa,
y deja la sombra colgando, dice un árbol,
y ningún pájaro escuchó las hojas,
por la nieve de azules corderos,
donde los duraznos pensaban naranjas.
Como todos callaban al viento, el hielo,
pudo sentir al fuego.
Después llegaron los gatos por los cigarros,
fumados, acariciando unos peces,
y los vidrios desnudaron,
unas puertas cerradas...
¡Nadie lo supo,
y la luz se detuvo para morir!.
Trece veces doce apagada.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez