En verdad fantástica
Donde dueños señuelos sueñan niños,
lunares a la luna colocando lupas,
diversas zonas luces peregrinas,
ignorando del eclipse la corona.
Que no baila obscurecido, y desconoce,
de las nubes el sublime canto,
y los sentimientos del violín inmortal,
y caminar con la muerte y el dolor,
y con lo que no esperamos y apenas sabemos.
Vivo porque no vivir espero después,
de muerto el cansado aliento,
que por una noche muy noche,
tal vez no sea obscuridad eterna,
ni la luz perdida heridas demande,
perdones al polvo que no duele.
No, no... ¡Que no duele, que no duele!.
Dicen mil bucles al peñasco que se precipita,
como el pájaro armonioso de la brisa fría,
que ni desea modificarse en cruda sangre.
¡Apetito apetitoso hambre hambruna!.
Y que del hablar llueva lluvia.
Y que del soñar camine caminos.
Camiones caninas canciones canicas.
Y en los vinos pinos piñas y piñatas,
tan ciertas en voz alta, como bajo,
el oído que escucha solo al silencio,
solo en la seda, y no se vende gritando,
como vendaje salvaje, a la ceguera,
siendo ciénaga luciérnaga undívaga,
la dulce fantasía, sueño salado...
¡El mar cuando no vuela!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez