La espera es monótona, el calor, insoportable. Una ruidosa y descolorida televisión se ofrece como alternativa de todos modos ignorada. El lugar más bien luce vacío y un tanto silencioso, es martes y la cantidad de pasajeros se reduce al mínimo. La espera nos obliga a la inactividad, luego al deseo de hacer algo sin movernos de nuestro sitio, contar baldosas, mirar al barrendero, analizar los pocos rostros que nos rodean. De repente dejamos de ver y escuchamos lo extraordinario: cantos entre los cables bajo el techo de la central camionera, pájaros cantando. Una pandilla de cinco petirrojos ha tomado el área superior de las apagadas lámparas. Uno gorjea como notificando un descubrimiento; otro contesta desafiante, pide mesura. De repente todos olvidan la discusión cuando una ráfaga de viento les es propicia para el vuelo.
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Poeta
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