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ENCAJONADO... (Cuento)
Más allá de lo visible te encontré, reflejo, inmerso en medio de la intensa acción del tiempo imaginado, insólito, inesperado; Así que en esa caja confiadamente se revelan los secretos. Y sólo a quién con esfuerzo y talento creativo, sabe leerlos, y lee a fondo.
___ Las palabras resonaban en su memoria. Caminaba con lentitud. Después de haberse interesado y ver la nota sobre el viejo libro. Público y sensible. La desesperación le dio fuerzas; Iniciando una dura lucha por comprenderlo. Una sombra ociosa que estaba a su lado, asustada por su aspecto meditabundo, dejó escapar su vacío sobre el piso, escapándose como una niebla tímida.
___ ¡Oh!. Es una historia difícil de contar. Tenía él una sonrisa en la frente, el tren nocturno se preparaba para dormir, el aire caminaba con paso rítmico, y de sus manos fluía un líquido agridulce. Quedó quieto en la obscuridad y esperó. Se desprendió de su piel y nadó entre las nubes. A lo lejos, una bulliciosa metrópolis brillaba con la promesa en los labios, y un vientre anunciando que tendrían una vida mejor. Su punto de partida fue el equipo de propagación de los estragos para todo aquel que no quisiera cooperar con su desgracia. En los casos más desafortunados el éxito es la regla.
Y las motivaciones para perder no son casualidad. ___ Pensaba en lo que sería sin su ayuda. El problema es que sólo una minúscula parte de las plantas pueden ser domesticadas, y la economía es otro factor que solo los animales más salvajes entienden, por el bienestar de las mariposas que se han dejado amaestrar, en las vitrinas emplomadas. Tomó asiento, esperando que la inspiración le cayera del techo, con un piloto, cámaras y mapas enrollados en una voluntad de acero; lo cual no es una hazaña despreciable, después del haber desaparecido los mamuts y mastodontes, además de las especies de hienas, buitres y chacales en las oficinas cercanas.
Sin embargo. Un espejo, viéndolo repentinamente, lanzó un grito leve y desapareció en seguida. Maravillado, un pez contemplaba el rostro de las olas. Durante unos breves momentos el tiempo dejó de correr, dándole ánimo y consejos. Era joven, tenía poco más de quince años, la luz del amanecer acuoso le dejó la boca seca. Las pausas se hacían más y más frecuentes. Al caer, abrían un boquete negro en el espacio y desaparecían bajo la capa de nieve... Había olvidado cuanto llevaba ahí, no mostraba ninguna emoción, ni tampoco parecía entender lo que pasaba. Se acercó al escritorio y colocó suavemente su fantasía bajo el sombrero. Los recuerdos saltaban sobre la mesa. Con un zapato en la mano sintió la presencia que lo cubría tibiamente. Delgada y fina como un velo, sonreía sin hacer ruido.
__¡No es nada!. Unas cuantas miles de esperanzas rotas y el futuro boca abajo dejará de ser tartamudo. Pero... Si usted quiere el suyo mudo, aquí lo tiene también. Muchos han recibido la orden de volver al cielo y pueden escoger su tumba. Yo ya no oí lo que dijo, pues en cuanto me vio trepó por la escalera y se ocultó en aquella caja.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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La intimidad (Dadaísta)
Atrás de aquella nube he dibujado, alegre, la voz en la tarde voluptuosa del invierno, al estremecer la hierba con una sonrisa, que deja la mesa bajo el jardín anhelante.
Aunque las letras son de cera virgen rosa, los cabellos ya no traen pañuelos verdes, donde las frambuesas están llorando sal en la procesión de las caderas ligeras.
He encontrado la tristeza, danzando arrugada, en el atardecer de un clavo dormido con fiebre, acariciando los sueños con las palabras de una hoja con el rostro de un insecto distraído.
Todos deseando traspasar la luna con miel en la lentitud ondulando lubricada dulce anudando anillos al suspiro azul erecto con la frescura del clavel satisfecho.
Aquí ha llegado la calle, inquieta obligada, hablando de los troncos, secos al caerse, en la ventana que duele al techo indiscreto por las dudas en traje de baño muy corto.
Ya ni el sueño del sombrero quiere más que al miedo de las flores en camiseta ni los muslos del fuego en una caja abierta donde una oreja ladra a la luna por minutos.
Aún cuando los ojos están tejiendo al hambre los sentimientos mascados en la orilla dura cuando se fuma una naranja con las rodillas al filo de una cama bajo el árbol temeroso.
Piensa cuando nada de esto sucede, un poco, como al verlo, sufre la leche al secarse roja, por oír llover los caballos con arena blandos en la noche desnuda sabor a miel varias veces.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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