AJARDINADAS AJASPAJAS
Son
En los cabellos de sonrisas enroscadas.
Flores.
¡Qué corren iluminados los clanes!.
Clareando zoomórficos,
emblemas fonéticos. Amores baladí,
de los años pasión olvidada, en la mirada soñada,
en las islas escarlatas, en el palacio de versos.
Son
Ajaspajas. ¡Por el viento pintado de verde!.
Un horizonte salvaje.
Un lenguaje perdido.
Una perla virginal.
Una caricia diferente.
Ajardinada.
Del sol.
Recuerdos en las lunas sin sus noches vigilantes.
Ajaspajas.
En las fuerzas híbridas de los mágicos plumajes,
que corren sorpresivos rituales al encuentro de los confines cafés, en la interpretación primitiva de las aves fluidos sarcófagos gráciles, blandos, construyendo sueños con la noche, en la tapa de los planes sucesivos, en las huellas de las palabras invisibles dejando el secreto evidente lejano en las cumbres del aroma indistinto, por el sueño del último cuervo curvo calvo, en los cisnes unánimes del mármol por la maldad cobijados al contemplar escaso cualquier cielo, en las entrañas abrasadas brumas del empeño inútil prendido a una ventanilla
en los ojos del ocaso del viento lastimero en el panorama inenarrable de la mente esclava implacable y redentora de la razón perdida
por el hambre del bolsillo y el negocio del abuso.
Ajardinadas.
¡Plásticas!.
Son
Ajaspajas pétalos secos del eco perdido.
Cuando las paredes corren,
por la sombra del silencio,
que cada mariposa sueña,
en los milímetros que vuelan,
los débiles regalos del asombro,
cuando corren al conjuro gris,
del recuerdo sepultar boscoso,
de la música que duerme,
al mudar minúsculos los pasos,
y reparar el tiempo doble,
donde quedan ganas triples,
en la voz de los arbustos.
¡Una vez nuez!.
¡Otra vez cruz!.
Cada vez más. Más. Se oye al suspiro volar donde, corren y corren las paredes en la sombra,
silencios los jardines verdaderos del vivir amando. Los mayúsculos detalles del sentir.