COLORIDOS ARGUMENTOS
Porqué ese día los ángulos eran azules y sensibles
caminando en la fuerte penumbra de la pirámide
escondida en un saco, en la concha del silencio, y
la esquina de cabeza contra un muro. Nadie veía.
No, nadie estaba, solo las llaves viendo un viejo
candado, inmenso en la pulsera del brasero café
suspendido de un cuchillo. Colorido, contrariado,
confiando en la consciencia confidente del convoy.
Pero el camino ahora solo habla por las ventanas
taladrando las tardes con sombrero y vestido rojo.
No es tan transparente en la táctica taciturna del tarro
al tallo, doliente y duplicado por el barro del perro.
Pues así, el musgo recordará la infancia atrapada en
los nombres subterráneos cercanos al velo del aroma
de los corchos asustados. Y que no se mueren del
todo sorprendidos alargando el cuello al día menos
pensado con la dulce pereza amante de la hoguera
entre las sombras que suspiran como mustias áureas
de amargas azucenas padeciendo el misterio amarillo.
Además, en la tierra de los cuervos se desnuda un tren
junto a la vía florecida por los pétalos que duermen, y
buscan destempladas las orillas y escaleras del jacinto
bajo el espejo del jabón atrapado en las burbujas.
No obstante, los párpados del bosque construyeron
el olvido de los lobos tan azules, que parecían hacer
signos, y siglos al reloj del gato cercana la medianoche.
Pero...¿Porqué ese día?. Pues el eucalipto lo ha dejado
olvidado en el lago presuroso de las hojas entre horas
y neblina que nada entiende de la nieve por el heno
rendido en las calderas, casi indefinidas, mordiendo
al sol el amarillo que despliega el ancla con los peces
traficando con los techos por las casas abandonadas
y el vuelo de las calles huyendo en desbandadas.
Así, como verás, hay algunas cosas que leyéndolas
nadie comprende, las razones verticales en su alto
rebaño de místicos cristales, de hábito maligno.
¡Sí!. Sabes ya de la porcelana pensativa y de los
riscos tiernos en la intimidad de los agravios, pues los dardos torturan los marfiles y al abismo tenaz. Siendo todo al final más que flexibles, las razones del caramelo en el martirio de la edad temprana.
Por tanto, la sed de saberlo es un colorido quebranto.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez