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“Que, por Dios, está bendito . . .”
Yo tengo un buen jarrito, un jarrito al que quiero, el alfarero bendito lo diseñó con esmero.
Lo merqué en una feria en mero Tenancingo el barro su materia de fiesta en día domingo.
Pequeñita vasija bien modelada a mano por el alma prolija de aquel humilde artesano.
En el horno, leal calor, de su más fiel corazón cálidos grados de amor de la especial cocción.
Recipiente al fin pintado de tenue color bermellón, sin nada de adornos creado falto de decoración.
Bajo escaza brillantez está su naturaleza en la simple sencillez ahí radica la belleza.
Excepto en el plano asiento, tal cuerpo muestra curvas con panza surge al viento la exhibe, me perturba.
El cuello sin cadena es digno de una diosa luciendo en mi alacena bella orejita hermosa.
La ensarto con los dedos lo agarro, lo sostengo, como en los ritos y credos, lo siento de abolengo.
Me acerco a la figura de boca poco angosta, comienza mi locura la quiero a toda costa.
La acerco hasta mis labios en el borde doy besos consciente, sin resabios, algunos son traviesos.
Busco con ferviente avidez todo lo que contiene la tan grata candidez de esa magia que tiene.
Un soplido muy fresco se mueve la muñeca, el acto es pintoresco la lengua dice: ¡eureka!
A pura tierra santa huele, la de los cien mil amores, la que por fortuna suele mucho aromar los sabores.
Espero no se quiebre que nunca se fisure lo digo en plena fiebre ojalá que harto perdure.
Ya integra una colección adorna la linda mesa de mi cocina y fogón querida auténtica pieza.
¡Ay, mi jarrito atolero! en ti líquidos sorbo por eso tanto te quiero, pues, bebo sin estorbo.
Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda Tenancingo de Degollado, Estado de México, México, a 26 de febrero del 2006 Versión corregida . . . Registro SEP Indautor No. 03-2007-082112003600-14
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Poeta
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AGUDA CAÍDA
Agu Daca Ida.
En la noche que duerme demasiado plácida. En la tarde que se rasca el sol. El último pincel entusiasmado. Cuando. Se pone nerviosa la mañana. Al fondo. Afilar de unas pestañas años. Después. De una.
Agua Daca Ida
Del crustáceo. Observando la vidriera. En la rutina inquietante. En la cilíndrica mirada. En la bebida camisa. Del terreno. Estampado pantalón. Del tobillo. ¡Violento colchón!.
Por Esa Agu Daca Ida Está
El sendero de la noche medio desnudo, golpendo el suelo del claro opuesto, apropiado a la frente estrecha, en la ropa de las luces cortas, incluyendo las balas boca arriba, en la espalda del buen papel, en el invierno impresionado, y las sonrisas bajo el hielo, en la imagen del instante.
Por Esa Agu Daca Ida Está
Un amanecer cauteloso. Un gris interminable. ¡Qué empezó a buscar en la mirada!. Un sabor disfrazado de rojo. Un anochecer en la ribera. Entre los zapatos del sofá. ¡Tambores, bocinas y campanillas!. En la noche qué desayuna el día. Y al sol qué no calienta igual.
¡Es así, la aguda caída aguda, es así!.
Dicen: Como hurgándose las ranas el rostro, que se hizo pedazos el tiempo, encaramado en la desprevenida. ¡Cremallera!... Porqué la tentación, llovía fuerte... En el mejor alumno, de la suerte... En las pestañas, pausadas... Capaces de detener, la mirada... En la cintura de las uñas. ¡Martirizando su lujuria algodonosa!.
Ates, antes, antes. De La gu da ca ida, ida, ida.
Por ser insensata. En la máquina. Insensata. De pasos. Laterales Y reverencias.
¡Ahora, ya está, en la dormida noche pálida!. La luna. Del espejo. Después. De la caída. Aguda y fragmentada entre los restos reflejada.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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