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Pa presinarme y pa firma sólo una cruz aprendí. ¿Sabe que no conseguí, coronándome las rimas la mollera como espinas, el milagro de escrebir? Por eso en cuanto alvertí de usté, m’hijo, tal baquía, lo hice desclavar puesías de la cruz de mi vivir.
Pero a más de ser mi escriba, me salió un almirador. Mire que burro soy yo y si me lo cargué encima, es pa que biche de arriba lo que su tata inoró. Mas si piala mi intención de no verlo con mis cuitas, soy capaz de no decirlas pa’ no ajar lo que aprendió.
Si obedece, le diría que me apunt’este alegato: el poder me tuvo'e gato que artero aventó p’arriba y anque ágil, de l’herejía aterricé de parao, ¡quedé caliente, muchacho! por eso con rabia escriba: ¡que al cuete arriesgué la vida contra los gringos, caracho!
Lo mesmo se han adentráo; les abrieron la tranquera. Nos cambiaron la estrategia y a deudas nos embretaron y nosotros embobaos ¡hasta con su marca puesta! Si es que un cielito nos queda, ante sus gritos pelaos y su ruidaje de tarros ¡ni ánimos pa vigüela!
Han negociáo la memoria nuestros propios dirigentes, ¡l'arrodillan insolentes! desprecéan nuestro idioma. ¡Jué pucha!, si la deshonra los hace hablar a lo ingleses y por viles intereses nos endeudaron la gloria; la Patria se queja y llora de mientras ellos, ¡la venden!
Por eso m’hijo, le dicto: ¡Qué divisa ni qué bola! ¡Patriada, discurso, historia! Yo de hace tiempo colijo que mesmo es haber perdido que alzarnos con la victoria. Si a la fin son más patriotas en su afán los enemigos; ¡cualquier día cáin los gringos a desmentir su redota!
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Poeta
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(Para José I. Bandera)
Yo tuve un ideal, ¿en dónde se halla? Albergué una virtud, ¿por qué se ha ido? Fui templado, ¿do está mi recia malla? ¿En qué campo sangriento de batalla me dejaron así, triste y vencido?
¡Oh, Progreso, eres luz! ¿Por qué no llena tu fulgor mi conciencia? Tengo miedo a la duda terrible que envenena, y que miras rodar sobre la arena ¡y, cual hosca vestal, bajas el dedo!
¡Oh, siglo decadente, que te jactas de poseer la verdad!, tú que haces gala de que con Dios, y con la muerte pactas, devuélveme mi fe, yo soy un Chactas que acaricia el cadáver de su Atala...
Amaba y me decías: <analiza>, y murió mi pasión; luchaba fiero con Jesús por coraza, triza a triza, el filo penetrante de tu acero.
¡Tengo sed de saber y no me enseñas; tengo sed de avanzar y no me ayudas; tengo sed de creer y me despeñas en el mar de teorías en que sueñas hallar las soluciones de tus dudas!
Y caigo, bien lo ves, y ya no puedo batallar sin amor, sin fe serena que ilumine mi ruta, y tengo miedo... ¡Acógeme, por Dios! Levanta el dedo, vestal, ¡que no me maten en la arena!
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Poeta
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