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“Nunca bajen la cortina de mi querida cantina . . .”
Local que expende los vinos, múltiples “brebajes” finos, recinto en el que Dionisio se extasió hasta que quiso.
Sitio fiel paradisíaco fortaleza del Dios Baco, santuario, altar de lo culto al que, hoy, le rindo culto.
Un rincón cerca del cielo que nos colma todo anhelo, capilla de caminantes remanso, paz de viandantes.
Seguiré tu eterna ruta taberna que se disfruta, tasca de sabia conseja, cantina de historia añeja.
La decoración que impera vieja caoba, . . . madera el preludio de una barra las uvas, hojas de parra.
Bar vitrina, espejo vidrio, botellas hasta el delirio cristal, jarra, vino tinto sacro, blanco, es indistinto.
Cantinero diestro mago su pócima es empalago, cáliz, copa que se agota ingerir la última gota.
Los Meseros, Capitanes, diligentes muy galanes brindan trato de tersura a clientes, digna mesura.
Privilegian el servicio sirven con arte y oficio entre las mesas manteles licores, viandas, son mieles.
El paladar deleitar entre música gozar dulce etílico letargo que provoca el sorbo largo.
Nuestro pensamiento se abra, empapemos la palabra porque Jesús, en su templo, para darnos el ejemplo.
Se alzó una copa de vino trazándonos el camino, hay que bendecir los tragos moderemos sus estragos.
Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda México, D. F., a 08 de noviembre del 2014 Dedicado al Señor Manuel Rosendo Mirón Reg. SEP Indautor No. 03-2016-070109301200-14
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Poeta
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QUIETO SUEÑO
Sin el tiempo acompañante, ni la noche infinita, los colores multisabores inmóviles juguetean. Quieto el aire gracioso anciano, duerme y vibra.
Por la esquina que camina, con su ritmo entre la espuma, de sueño levanta el zapato, pariente lejano, del rápido copo ambulante, del bar fresco, que lanza despierta la brisa tibia, en sus cuchillos de acero dulce, como promete iluminar el camino, ese que cobija al asesino mayor, en la ciudad del silencio virtual, cómplice de los mismos infiernos, en las columnas del amanecer riendo. Quieto sueño, quieto, quieto. Sueño Quieto, las esquinas de los vientos.
Con todas las lunas matinales del ocaso, revoloteando en la zona lisa, de aguda infamia, de botellas ondulantes y de música, que habla de sonrisas y de nácar, celebrando los collares y cerveza, en las noches parpadeando mil insomnios, con la húmeda miseria, de las bocinas mudas, en los amores que circundan el viento, en los velos de las puertas del eco, donde una luz se abre bajo el agua. ¡Quieto sueño!.
Escabel de escabrosidad escabullirse. Sueña quieto escapar al sueño. Quieto de escaldar escalofriante. Sueño del zafarse.
Fantasmagórico escurrirse dándose vuelos paralelos, el nublado embroma el caminar de la esquina salada, con el ciego pescador de estrellas, la tinta sumisa corre al parque en la ciudad que los terneros dibujan tortuoso, inocente, en grabados de una caja, de guantes azufrosos, en los pájaros que reparten las ventanas, y las estrellas, y el hueso de lana de luna, en los párpados malditos, enamorados del agua, cuando el hielo anida el alma, por el reflejo que baña la fuente, de la eterna muerte afilada espiral, en la prosa pobre del espejo aterrador.
Escarapela de cómplices enjoyados, al mismo hormiguear garrapatean, pulverizando mil ausencias injustas. ¡Sueño quieto!.
Por el barro seca hierba, al grumo que brama, por el pálido sabor del espacio espeso, cargando los prejuicios del orden llano. ¡Qué de ningún modo preguntan!. Siendo evidentes, en la geografía del cabello, de cualquier aliento, por la suerte radical desatada, que acoge engendros, en el desmontaje verdadero, de la mínima consciencia, por la expresión superlativa que vocifera subterránea, que sangra las maniobras del escondite docente, que cualquier hostilidad desnuda, la moneda cincelada.
¡Quieto sueño!. Del inquieto insomnio. De la exuberante aversión leucofeo. ¡Inquieto insomnio!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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