ANDROFILIA TRANSDIMENSIONAL
En la vieja piel del montículo de la cuarta luna el sol regenerado se ocultaba tras la última lluvia cósmica de lodo radiactivo... Estuvo esperando el momento de la transfusión iónica intergaláctica quebrandose la esperanza de la doble hélice, palpitante en el retroceso de la humanidad de la época. El planeta no es malo y da para todo, lo qué pasa es el maltrato de las especies perversamente agresivas y su insaciable sed de dominio sobre los débiles, y manipulados seres pseudolibres que habitan el hiperespacio subterráneo. La experiencia mostraba indudablemente qué el mal se presenta en cualquier tiempo, y es multiforme, especialmente en los grados más bajos de la evolución, y en las dimensiones más burdas. Se había hecho tarde y el lector analítico de retroalimentación negativa no fue capaz de comunicar adecuadamente sus conclusiones, de tal manera qué esquivaran las manipulaciones matemáticas tendenciosas de los gobernantes en turno. Después, los días enrojecían más el cielo verdoso, y el conjunto vibracional intrapsíquico colectivo era un abismo entre los aplausos de antropoides de vestimentas citadinas. Amplio, seco, hambriento de ser el centro de atención, dónde se desbordan las preguntas, y se apela a los recuerdos del ciberespacio informe, inmensurable, entre los labradores de la escarcha carente de la más mínima ética, del mismo espacio subatómico que con el novilunio se aletarga.
Entré en la salita semiesférica antigravitatoria, y vi encima del tablero endoscópico transmisor, las notas dispersas. El abandono evidente de las reflexiones con su sólido sustento histórico, y en la región más sencilla de la deontología matemática y simbólico dialéctica.
Sabes, el silencio era tan agrio y denso qué hasta me hizo estremecer el cuello de piel metálica, y fibras elásticas entretejidas con plasma adaptable. Yo no sé si era desesperanza realmente fundada, o el reflejo cohibido en la subconsciencia, acostumbrada a las confrontaciones complejas.
Algo de alguien, supongo qué debo ser, al fingirle a mi reflejo qué ignoro la mecánica de la luz en la esfera de los espejos paralelos... Y peor aún, hasta llegar a ocultar la facilidad de leer el pensamiento a distancia en los traslados extracorporales. No te sorprendas, soy incapaz de vender tan sólo un diez por ciento de la autoconsciencia crítica, por decir algo coherente en términos humanos, incluso con la rabia y el escarnio del bolsillo, y el mismo vientre vacío por el tiempo circular. ¡De alguna forma debo compensar mi ausencia de superficialidad turbiamente decorada!... Como el alma qué alimenta edificios de piojos qué remueven desde la sal hasta la plata inmisericordes... Por otra parte, y como el progreso no conoce límites, ya se venden el buen nombre, se fabrica el honor personalizado, y se ofrece el éxito en cómodas mensualidades, y también hay cajas teletransportables con toda la información para cruzar al más allá de la décima tercera dimensión, directo al paraíso, y sin escalas, particularmente si eres considerado apto para recibir esos beneficios adquiridos a tan buen precio, sin esperar largas filas entre las inestables partículas de la infravida pseudohumanitaria. Aunque esta es otra historia, de otros mentirosos, y ladrones especializados en la clonación verídica parlante.
Al regresar de nuevo al tema qué nos ocupa, y remover las láminas de tiempo este se detiene por la metralla de los aciertos colectivos, y la memoria se diluye con la facilidad de una mancha gris entre las viejas nubes, por el vértigo qué fluye dentro del juicio de porcelana, en la trabazón incesante de leyes contradictorias, y el deterioro impregna la intimidad del espacio reflexivo más rupestre.
Pero cómo decirlo, sin qué se intente luego desactivar mis biocircuitos en las celdas de la más alta tecnología de nanopartículas filosóficas. Es evidente qué la estructura deontológica se desploma progresivamente y con carácter irreversible persiste la tendencia del mínimo esfuerzo, el egoísmo se sublima a niveles de estratosférica conveniencia financiera, sin filtros, incluso dónde la luz se adelgaza, y el individualismo acrítico es tan endeble...
¡Sí, demasiado endeble!. Tanto, qué aún yo, un programa teletransferido, tengo le certeza que ésto ocurre, y podría haber diseñado estrategias en el microespacio transicional desinteresadamente de permanecer activo en la variabilidad dimensional dónde circulo. Y el lector analítico todavía conserva el cincuenta por ciento de redes neuronales genuinas, con fibras en un sistema límbico en buen estado, y qué le permiten autorregular la producción endorfínica a nivel de microéxtasis molecular.
No obstante, y en su dependencia impotente yo le hubiera volcado lo qué llevaba, se lo serviría con agrado en dos microgotas concentradas de bien... ¡Sí, del bien mismo, del bien esencial!. Codificado e impermeable, antes de dárselo, porqué cuando yo al fin aparecía él no protestaba, ni siquiera con los ojos, y realizaba los procedimientos analógicos de beber y comer en silencio, y se volvía a mirarme agradecido en los monitores o en las microondas de los bosones informáticos, y hasta parecía tratar de retenerme.
¡Esto me hace sufrir!___Le oí decir alguna vez inolvidable. ¡Sí, sufro y no lo niego ante mi mismo, pues de alguna manera evoca mis memorias humanas ancestrales___Se dijo absorto entre una fórmula matemática, de la cual no guardé registro claro debido a cierta interferencia paraedólica hexagonal en sus pupilas. ___Le abracé en un arrebato electrostático y percibí su olor a sol___ Y con un sobresalto cuántico inefable. ¡Ahora estoy archivado en la última dimensión!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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