No sé si recuerdas cuando yo no creía y tú me enseñaste a creer. Cuando vivía sin ataduras y fuiste tierra fértil donde pudiese echar raíces y pertenecer, por fin, a un lugar.
Y ahora que respiro por tus manos, cierras las ventanas de esta casa. Le niegas la respuesta a esta pregunta y me abandonas bajo una montaña de amargos interrogantes.
Demasiado castigo para mí o desmedida comprensión para él. Y a mi mundo que giraba sobre tu dedo, has decidido detenerlo sin preguntarme si yo deseaba tan sólo una vuelta más.
Dónde se guardan tantos recuerdos, cómo se hacen las maletas del olvido. Quién se atreverá a colgarle a nuestra historia un cartel de derribo. A dónde puedo huir con tus raíces tan profundas en mis sentidos.
Es difícil aceptar el fin de lo que nunca terminaría. Más difícil cuando no hay rencores ni culpas que poner sobre tus hombros. Supongo que todos somos aves de paso en las vidas de tantos otros.
Yo que soy alérgico a los puntos finales, le agrego al tuyo dos puntos suspensivos. Y aunque no sea original plagiando esto, tal vez tus cartas me cambien el destino.
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Poeta
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