Increíble... ¿Para quién?.
Cuando llegamos en la menor obscuridad estaba el hoyo desierto amarillo colgando las huellas del crepúsculo inmóvil a lo largo del valle como un nido atento a proteger la luna vagando en ese cielo...
Se levantó, y fue a tomar un vaso de agua lleno del plástico infantil moviéndose en las palabras tiernas completamente absorto, sin contenido... ¡Estaba fascinado...Dos manos de luz sobre la testa habían dejado toda blanca la cabellera obscura, entre la matidez y la mortaja, alhajas del cutis vistiendo su desnudez intacta. ¡Increíble!. Es el vértigo con sus arterias de plata. Increíble. Es el cuento sin principio. Los abuelos hablaban de él, noche a noche, a la misma hora, en el espacio absoluto que solo las letras detienen, y la imaginación recrea, como un ritual dulce y misterioso, dibujando aventuras en las paredes de la penumbra sin advertir la vacuidad más fecunda. Sublime estando en la emoción la inspiración armada en lo menos encendido del vil amor enternecido con sus lamentos. Increíble. Es el cuento sin principio. Del que hablan los abuelos con los ensueños que hierven la excelsa beatitud, y que la más sensible imaginación implora. Ningún prólogo se acercó a mi lecho. ___Entonces recordó algo. ¡Me prometiste no contarlo!. Eres el último que lo sabe, y el primero que niega recordarlo. Pensé en lo prometido como todas las noches desde meses atrás, graves, modestos, en todo lo que mata el tiempo, y hace figuras de las tormentas, en el fondo de una gota. ___¡He cumplido, no se lo he dicho nunca a nadie, en cierto sentido!. Y nadie hace todo lo posible por entenderlo. ___¿Sabes?, estrictamente hablando, carece de importancia. Aunque solo la ilusoria apariencia. Sólo ese himno dócil que es la cerradura de la esencia sin disfraz. Puerta talismánica, que rompe la suerte infiel, del sutil padecimiento arcano, que no se han atrevido, sino pocos, jamás nadie a sondear. No embargante, enmudece su aroma suave hoy que embate, la esperanza apagada y lejana, en el turbio oleaje que al ascender murmura. Una vez más, la tarde, durante todo aquel verano, extendía sus extrañas sensaciones al contraluz de la luna milenaria, donde el vientre aprisco se desgrana, y escucha la voz del manantial, que inunda con su canto el zenzontle florido, que mis recuerdos alimenta. ___¡No está mal recordar!. Después de todo... ¿A quién le importa?. Ese quién peregrino, que se inclina en el pasado, y que cubre con el ramaje el rumbo intacto del espacio leve, donde las ausencias retornan. ¡Quién lo sabe como nadie!. Para ellos es tan bellamente increíble este cuento, en la esencia sin principio, verídico en la transparencia. No lo cuentes. No lo cuentes. Voy a estudiar todo el problema, y a plantear las cosas desde una perspectiva distinta. ¡Que no asombre!. ¡Que disperse todo falso asidero!. ___Me decía, el sosiego ocioso, la suerte mísera, el inmutable concierto del abismo en su belleza donde los sueños fallidos fenecen. ¡Sí, sí!. Me decía nadie, en vez de declarar enseguida, que las exigencias del ser verosímil son inaceptables, como lo habíamos visto en ocasiones anteriores, con la terrible certeza del desconcierto que se tornaba en realidad en el mismo instante de ser comprendido. _¡Ni modo, ni manera!. Es el peligro que se enfrenta. No podía pensar en otra cosa, y nadie lo sabía. Y no sabía, porque podía definirlo con tanta nitidez al cerrar la boca.
Hablar con la mirada. Escuchar el mar entre las chispas danzando con los leños. La chimenea meditabunda vencedora de los tiempos, sepultura de los serafines ingenuos que buscan el candor de la ignorancia en su follaje acogedor y obediente. En el cuento sin principio, sordo a las vanidades de la fama del bronce sin encanto, del rostro gentil intangible, del alto ideal de frágil memoria y vacío... No lo cuentes, no lo cuentes... Replica el eco con el cariño del antes... Las brumas siembran la sed a la deriva con la ambrosía diamantina de los dardos. ¡Quien nadie más para saberlo! Bien lo sé. Me dicen que soy el último en saberlo y el primero en negarlo. Es... Es como... Caminar sobre el tiempo reuniendo el hermoso libro de cristal. Mostrando, sí, mostrando maravillosas ilustraciones ante los ojos cerrados, deslumbrados, palpando los colores musicales del olor que invade el pasado con el futuro, febrilmente curioso, y extrañamente tranquilo. Decidimos enterrarlo en el jardín. La exclusión del principio fue total en ese relato, incompleto en parte. Desteñido lo divino de la fragua, que tal vez nunca lo fuera. Pero ahora me preocupa saber si existe alguien que guarde la sonrisa del limbo donde reposa, y si entre las nubes, todavía tejen los cantos el zenzontle, y la enredadera junto al nogal de la noria, del amplio patio cubierto de tiempo, y recuerdos perennes.
___No es que no cumpla las promesas. Ahora empiezo a hablar con los abuelos de nuevo, nadie lo sabe muy bien, y me cuentan lo que nunca he querido escribir, como lo hago hoy. Pero no creo que nadie lo entienda, aunque él me dice qué sí, que casi lo logra, y de seguro sin que quién se entere que está publicado bajo las mismas narices de la sangrienta memoria, teñida con los bálsamos del polvo de la lengua de los mandriles, que ladran sobre los sillones.
___La única dificultad, nadie me lo ha dicho, reside invariablemente en la simple razón de pensar instantáneamente, en atrapar la fantasía, silenciosa y enigmática, capaz de abrir la morada de un sueño a voluntad. Supongo que apresurándose a escuchar el rumor de la lejanía que rompe tembloroso, los gritos de alegría, sin darse cuenta de que los ruidos que oía, eran los símbolos de unión del corazón introvertido al reflexionar acerca del espanto del mundo que no ve nada. ¡Sí!. No ve nada mejor que seguir igual que siempre.
Nadie lo sabía al cerrar la boca, y comprender sin principio este cuento. Este cuento del todo puede ser mejor mañana en la realidad más perfecta del engaño, de la letra y la palabra. Pero sobre todo, al despreciar el Caos predestinado a desaparecer eternamente. Ese Caos sagrado que muda el tiempo, donde desbordan las almas sus lamentos claudicantes, que lloran entre los trinos, perdidos, siderales, por el injusto desdén de la maldad que generan.
___Prometí no contarlo... Pero hoy si. Cuando lo inalcanzable es más posible en la realidad de los sueños que los escritos contienen, por el inmenso libro de la vida, en los ventisqueros, y páramos del vasto silencio vespertino, que bosteza inquieto en la angustia de perderse. Es por ello que lo he cumplido así. Cuando llegamos a saber que yo y nadie somos lo mismo, en el cuento sin principio. ¿A quién le importa?.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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