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ACORRALADO

El caballito tenía por el viernes,
un especial sabor de lunes,
lento ligero, al entrar en la semana,
los inquietos y líquidos pasos.
Después, con la disminución veloz,
del frío, en combinación con las argollas,
aún esperaba el regreso del viejo empleo,
conforme oía callar las hojas.
Revistas entre sus ramas,
casi empapeladas hojas en sus ojos de pasado,
en ayeres de sueños acolchonados,
sábanas húmedas, y sobre el escritorio,
dejó la camisa. ¡Así, como en su viejo caballito, la madera lo recordaba!.

Así. Ilusionado, en la oscuridad,
eléctrica parecía la noche,
al vapor de chimenea entre cuentos olvidados,
en alfombras insomnes y señalados renglones,
llenos de recuerdos. Pasaba, y pasaba a veces, puentes, montañas extrañas, entre las ranas, descubriendo océanos entre los charcos.

Y pasaba, todo apenas, un instante,
en cielos almendrados, en finales sin principio, en sonrisas de nubes nuevas.
En un corral, dorados sueños de mañanas, interminables, en el corral amigo,
de otros suelos, fértiles anhelos cumplidos.

¡Todo pasaba!. Y pasaba, descubriendo flamas, velas, vapores optimistas en la temblorosa, alucinación de los minutos.
Salía. De la cama, oliendo sueños nuevos, sueños cumplidos, y las pesadillas clavadas,
entre sonrisas ingenuas.
Salía luego, un castillo a lo lejos inquieto,
y una rodilla en apariencia, descansaba,
en el pantalón inevitablemente entretenido.

Aunque, apenas cuatro pesos crueles,
de afán azuzándolo saltaban, inútilmente, inadaptados al hambre, en las conversaciones agrias, avivando el consuelo del día.
Ruidoso al último momento.
Ahora bien:___ ¿Qué puede comprar el hambre de firmar el usurero, y el empleo de cuatro pesos?.
Y... Pensándolo, sintiéndolo, tan cercano bajo la piel del horizonte.
Estuvo.
¡Pensando en efectivo la esperanza,
hecha demonios confundidos!.
Índices de fisonomía de auténticos descaros, pintorescos velos. Las bambalinas,
dubitativos acordeones, pianolas y tambores.

Estuvo.
En el corral de sueños, hechos del telar,
y pesadillas desatadas,
en unos presentes infinitamente desiguales, abundantes de ahoras bajo el suelo.
Y estuvo aguardando en la mesa demasiado,
imprevista, largas planillas.
Y solicitud de bonos, abonos de huertas secas, manojos de recibos.
Y el derecho al postrer esfuerzo del fracaso dispuesto al desayuno.

¿De dónde sacaré?. ¡El café tiene!.
Sí, el café tiene la culpa concentrada en pequeños puntos dormidos, y la misma taza escamoteaba, pausas, gestos en la situación tapada,
gris,pálida comparsa a su manera.
Y en el martes, sucumbía cada jueves,
inmediatos los secos miércoles de la mañana,
porqué aceptaban allí cualquier fin de semana, tintas, broches, plásticos,
remedos de jinetes, monturas de barro tejido,
en pajas viejas y... Los músculos en los asientos.
¿Porqué?.
Y ahora, en el corral estaban muchos, monederos cultivando insomnios dobles.¡Nunca lo supo!.
Creo, dicen, me dijeron acaso sus memorias destempladas.
Porqué el mismo se aplastó, el mismo se cayó encima, perdido en un espejo,
dejó de reflejarse al fin,
un día de tantos otros. ¡Por el alma extraída,
del bolsillo ajeno, donde el pueblo,
nada sabía decir, nada podía hacer,
solo morirse igual, decrépito, absoluto,
dueño de las llaves del cementerio,
omnipotente, también de ausentarse,
algún día de la faz del mundo, y que aún conservaba, su crédito de finalizar el fin.


Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
Poeta