La casa ardía, cariño, y era lógico quemarse. El sueño duró lo que tardó la pesadilla en destruir la calma.
Las bestias tortuosas de tu inconsciente estaban pastando en mis jardines.
Vaya!, quién diría que era yo el que sufría y ahora pone condiciones. No es bueno, amor, inventar reglas si no conoces el juego.
No somos los mismos que quedaron al otro lado de esta ausencia. Es empezar de nuevo evitando la fascinación.
Pero juguemos otra mano aunque la suerte desganada sea esquiva e inconquistable. Aunque algunas cartas y estos ases en la manga nos hagan sentir solos, y no lo estemos en verdad.
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Poeta
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