Finalmente se sintió robot de nuevo,
y un estremecimiento recorrió cada
fibra óptica de sus latidos rítmicos.
Bajo la superficie deambulaban
asteroides peligrosos y manipulaban,
casi toda la comunicación en los
depósitos del cuaternario volumen
apergaminado con unos extraños,
caracteres. Al menos dos
cientos de veces había intentado
comprender las figuras humaniformes
parlantes. que explicaban de
medidas, en metros y millas, de
metales plásticos y rectangulares
artefactos.
Movió al silencio con cautela,
en el océano de sus dudas,
como puntos luminosos y exploradores,
y navegaba su visión transdérmica
sobre unas palabras.
La primera regla. ¡No era material!.
Era una idea, que había estallado
en un millón de pedazos en...
Mil mundos y de ella quedaba
una estela tenue que tal vez
pudiera ser útil.
Leyó y una sonrisa atónita
iluminó ese instante...
"La primera regla es no dañar"
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez