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TURBULENCIA PRIMORDIAL (Experimental)
De la ilusión primera………….… Vana magia un olor de primavera colorea el ambiente, en la memoria de las dichas no esperadas. Con el rostro de……… Quimera voluptuosa de belleza y gracia de……. Un ideal soñado, sedienta como………………………… Un ánfora de mariposa………………………. En la neblina. Al ritmo de las palabras………….. Sublimes en los poemas……………… Músicas y flores.
De la brillante………… Embriaguez, donde en cada mañana, al espejo, teme ver…… De puerta en puerta.
Y lo ilumina en el ritmo arder puro, donde……………… El destino pende, al encender……………..La tormenta, olores a despedidas .. Inconclusas, gemas silenciosas en que fulguran, legiones….. De eróticas avalanchas.
¡No se mueva!. ……..Allá va un sueño, en la divina hora del amanecer blanco imborrable herida que se aferra hábil en maternal abrazo…. Luminaria plata.
El ensueño preso anida en las mejillas rojo. Recordando relojero al tiempo y petrifica su cuerpo al calentarlo en el pecho con lava.
De plata de color………… Son los olivos. Ríos de caudalosos en las tibias aguas, sienten aceite lanzón fúlgido eréctiles.
Y su brío al refrenar…….. La corriente, de roncas tempestades con el fragor, del ancho cause…. Y el hondo anhelo.
En tanto el sol declina al subir por la colina manso.
El árbol suaves líneas vaga, en el horizonte de la fuente, donde crecen los recuerdos. Y la llanura invaden donde la alta ventana de la sombra lejana… ¡Al péndulo agita!.
Henchidos de secreto los viejos libros. Sobre el silenci.………. Blancos sitiales. Lanzando…………………………...Sus luces. Sepulcrales en..…...Carnaval de suertes. Impía en el polvo ……..….Farol de todos. Entre brumas …………………… Olvidadas.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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ARRUINADO
Aquel aire, aquel arenoso amarillento, aquel maizal como pocos, con el cual se tejerían sobre espumas, las colinas de las tardes en que soñaríamos cobijados por las ramas en el esplendor de las hojas, caminando con la luna, aquellos oleajes que habían sido decorados con ayuda de las aves, eran dibujados ahora dificilmente con los tensos músculos temblando, estos días hechos con las horas alargadas en las miradas inquietas con presteza por el color de las nubes que cargaban tormentas anchas entre la verde mofa de los lejanos campos.
Esterilidad, puros sueños ignorados. Experiencia inútil. Concluido el tiempo nada hay más que hacer, nada más qué esperar. Es la esencia pura de la ruina, decadencia concreta, estrapalucio objetivo, la misma quiebra del desmedro. Solo aceptándola se supera, y no por ignorarla desaparece. ¡Así es, quiérase o no!. Sepultada la esperanza absurda, sucumbe de tiempo en tiempo, la fe atónita oficiando, el incienso antes de haber sido gastado el compromiso en la contemplación donde la vida se escapa recogiendo playas en el corazón de un caracol infértil. Pensaba. Lo que más recuerdo de aquel día fue lo gris de la tarde, el polvo, lo agrietado del suelo, y la ingenuidad que a veces ponían los zapatos ante los arroyos secos colgando una lámpara en la madrugada humedecida deseando todo enlagunado. Él, ocupando la sombra bajo el encino a la izquierda de la salida del sol, se escondía. Pensaba qué nadie lo vería desde el ayer bebiendo sequía. Y ahora qué sólo llueven botellas vacías en la inofensiva sonrisa sin preguntas oyó las infinitas respuestas posibles como dueño de la película de suspenso, pero... Pareciendo todavía la de un hombre perdido en el mundo. Todo natural, todo indudablemente coherente en el desierto frío por los mordidos recuerdos desnudando el espejismo de ser traspasado por los ojos secos de los musgos que colgaban para verlo todo, y cubrían de vidrios rotos los últimos confines inundados...
Por fin se dijo qué este cielo se obscurece ahora como homenaje al fracaso tanto tiempo negado; Este ambiente asfixiante que encierra sobre los silencios el olvido que va descendiendo hacia las tinieblas mayores; este ambiente hace temblar cualquier costumbre de las necesidades absurdas de los faroles del acantilado oculto en las comunes enredaderas con sus imborrables heridas sin ver al pórtico fornido por el torbellino del agrio estio en el trance fatal de la insolación que fulgura toda flama perfumada con acero.
Así fue la desolación entre la merma y el fracaso, la peor infamia del espíritu agusanado irremediablemente benigno con la tarasca y pernicie caminando alegremente por las calles al constelarse el desamparo con los encajes de verde malva en los mínimos horrores de la incertidumbre con toda la indignidad y la honorable bajeza recibiendo los laureles perdonados dulcemente en la desgracia mayúscula del alma Pobre pues, fue aquel maizal esculpido en las canteras ahora que lo cuento, y que me dices, están deterioradas las mismas nubes rodeando al embarcadero que ya no existe.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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