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Anegadizo Papirotazo
¡Cuánto me duelen doliendo a las ventanas su rotura su claridad opacando al cristalino desmedro con el esmero natural de tanto nuevo otoño tan viejo en su juventud!.
Con la punta amarilla___Secando al verdor Allá le fuera a encontrar___La misma nieve Al cabo de enfriarse_______El viejo año Por los meses espinas______Nuevo algodón Todos toman la mano_____Otros no tienen.
¿Qué más mentiras deseamos? ¿Qué incertidumbres nos alumbran? ¿Qué consuelo al dolor mata? ¿Qué planta al pié un vergel?
Abriendo a la puerta sin brazos en las brasas apagando al hielo y en la hiel la miel sin piel ¡Sólo el arado seco humedece! En la ira nebulosa al rosal espina al clavel la mariposa insiste tan dura en amargo adiós.
Un alma en flor la tumba deja cruzando al mundo impaciente tanto en solo un instante eterno…
¡Cuánta noche cabe en una vela! ¡Cuánto milagro sin fin es primero! ¡Cuánta belleza sin serlo siempre! ¡Cuánto infunde al polvo el aliento!
La gentileza fresca escasea al mundo de buena espera la paciencia agota… Gota a gota. Si bien se usa… Claro que no. No nace la firmeza sin oficio porque no hay hierbas en la luna Venus no muere en un amor solo.
¡Si lo sabrá láctea la vía cuando hay!. ¡Ay, ay, en la juventud quema! Hay, hay menos con el tiempo. En el mundo de los hombres abatidos. ¡Sin remedio tan duros! Tan abundante la inconsciencia… ¡Es ahora más y más con menos!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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El Barco Ebrio Arthur Rimbaud Francia 1854-1891
Yo sentí al descender los impasibles Ríos que ya no me sirgaban mis conductores rudos; de blanco a pieles-rojas chillones y bravíos sirvieron en los postes, clavados y desnudos.
Por las tripulaciones nunca tuve interés y cuando terminó la cruel algarabía, a mí, barco de trigo y de algodón inglés, me dejaron los Ríos ir adonde quería.
Bogué en un cabrilleante furor de marejadas más sordo e insensible que meollo de infantes y las viejas Penínsulas por el mar desgajadas no han sufrido vaivenes más recios y triunfantes.
La tempestad bendijo mi despertar marino. Diez noches he bailado más leve que un tapón sobre olas que a las víctimas abrían el camino, sin lamentar la necia mirada de un farón.
Cual para el niño poma modorra, regodeo fue para el agua verde este casco de pino; dispersando el timón y perdiendo el arpeo me lavó de inmundicias y de manchas de vino.
Desde entonces me baña el poema del mar lactascente, infundido de astros; muchas veces, devorando lo azul, en él se va pasar un pensativo ahogado de turbias palideces.
Algo tiñe la azul inmensidad y delira en ritmos lentos, bajo el diurno resplandor. Más fuerte que el alcohol, más vasta que una lira fermenta la amargura de las pecas de amor.
He visto las resacas, la tormenta sonora, las corrientes, las mangas -y de todo sé el nombre-; cual vuelo de palomas a la exaltada aurora, y alguna vez he visto lo que cree ver el hombre.
Yo he visto al sol manchado de místicos horrores, alumbrando cuajados violáceos sedimentos. Cual en dramas remotos los reflujos actores lanzaban en un vuelo sus estremecimientos.
Soñé en la noche verde de espuma y nieve ahita -en los ojos del mar, lentos besos de amor- y en la circulación de la savia inaudita que arrastra áureo y azul, al fósforo cantor.
Asaltando arrecifes, un mes tras otro mes, seguí a la marejada histérica y vesánica, sin creer que las Marías con sus fúlgidos pies cortaran el resuello a la jeta oceánica.
¡No sabéis... ! Dí con muchas increíbles Floridas, con ojos de panteras y con pieles humanas mezclábanse arcos-iris, tendidos como bridas, al rebaño marino de las verdosas lanas.
He visto fermentar las enormes lagunas en cuyas espadañas se pudre un Leviathán y he visto, con bonanza, desplomándose algunas cataratas remotas que a los abismos van...
Vi el sol de plata, el nácar del mar, el cielo ardiente, horrores encallados en las pardas bahías y mucha retorcida y gigante serpiente cayendo de los árboles, con fragancias sombrías.
Quisiera yo enseñar a un niño esas doradas de la onda azul. pescados cantores, rutilantes... Me bandijo la espuma al salir de las radas y el inefable viento me elevó por instantes...
Fui mártir de los polos y las zonas hastiado, el sollozo del mar dulcificó mi arfada; con flores amarillas ventosas fui obsequiado, y me quedé como una mujer arrodillada.
Igual que una península llevaba las disputas y el fimo de chillonas aves de ojos melados, y mientras yo bogaba, de entre jarcias enjutas bajaban a dormir, de espaldas, los ahogados.
Y yo, barco perdido entre la cabellera de ensenadas, al éter echado por la racha, no merecí el remolque de anseáticas veleras ni de los monitores, nave de agua borracha.
Humeante, libre, ornado de neblinas violetas segué el cielo rojizo con brío de segur llevando -almíbar grato a los buenos poetas- mis líquenes de sol y mis mocos de azur.
Las lúnulas eléctricas me fueron recubriendo, almadía, escoltada por negros hipocampos. Las ardientes canículas golpearon abatiendo en trombas, a los cielos de ultramarinos lampos.
Yo que temblé al oír a través latitudes el rugir de los Behemots y los Maelstroms en celo, eterno navegante de azuladas quietudes, por los muelles de Europa ahora estoy sin consuelo.
Yo vi los archipiélagos siderales que el hondo y delirante cielo abren al bogador. ¿Te recoges tú y duermes en las noches sin fondo, millón de aves de oro, venidero Vigor?
El acre amor me ha henchido de embriagador letargo. Lloré mucho. Las albas son siempre lacerantes. Toda luna es atroz y todo sol amargo. ¡Que se rompa mi quilla y vaya al mar cuanto antes!
Si yo ansío algún agua de Europa es la del charco negro y frío en el cual, al caer la tarde rosa, en cuclillas y triste, un niño suelta un barco endeble y delicado como una mariposa.
Ya nunca más podré, olas acariciantes, aventajar a otros transportes de algodón, ni cruzando el orgullo de banderas flameantes nadar junto a los ojos horribles de un pontón.
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Poeta
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Miel marina (Surrealista)
Ardorosa rema rosada la mano cerca del pez enjaulado el remo alado mueve las olas en los versos miel salada azúcar del mar de racimos de cucharas para no morir en la fiebre de los ríos entre el caudaloso clima horizontal hoy verdugo de los años fragmentos pescadores de algodón en las aguas primordiales con harina piensa un árbol con vestido nuevo del otoño seguro triturado el amarillo de las hojas en los ojos por el frente seco del relámpago muy lento como ayer el día cargaba. Indómita una abeja cayendo de una gota, lloraba salvajemente a la miel pálida, no con el mar donde duerme, ni en la montaña de nieve esparcida. En las flores furiosas color vino. Quedándose sin espinas en el olivo. Entre el vientre alegre de una vasija. Ella, la mano rema en la mesa. Que mece mes a mes más o menos. Lejos de la orilla obscura. Del ceremonial de los minutos diminutos. Indignada el agua de la sed mojada, de los labios divididos. Tibio al fondo del monte ardiendo. ¡Mieles a mares del húmedo fuego!.Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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La Hiperverdad (Anticuento Dadaísta)
Nada de que había una vez por allá, corrió el perfume, nervioso saltando, entre un librero al vender su pescado tan alegre, desayunando al fin de la fuente, un algodón en la punta de la tercera luz cavernosa, siempre malgastando las preguntas al desnudar el progreso sin desearlo, parado, por la belleza del dulce humo ensayista, que muy bien sabe de cualquier parte, tan peluda como la nube en que está la mañana, con la naranja del atardecer al caerse encuerado. ¡Quién lo dijera!. Por la prosa del corazón hecho un pelado dramaturgo, con todo y sus uñas azules.
Pero, no le creas al cepillo dental de la camisa bordada con púas, y el fruto de los años en la cama tardía, que adquirió un hombre de arena en la esquina con disfunción rigurosa, identificando a los himnos del mamut, eréctil entre saliva, esencialmente siendo la mesa una masa de palo al mes, en la orilla de la humanidad metafísica con la blandura.
Pues no logramos salir de la época en el primer acceso de fiebre, ni caminando en la ilusión total del triunfo húmedo al comienzo muy mutilado. Nunca antes había sido bebido, ni menos explicado al armadillo de los ojos café con leche, quitándole un poco de azúcar a la caña que por ahí pasaba, por el pueblo, según fue señalado antes del camino alejado, minuciosamente elaborado con ingenuos postes de luz, observando las hojas bajo el agua. ¡Claro que no!. Todo estaba tan oscuro bajo las piedras que ni un pequeño león se hubiese atrevido a soñarlo. Afuera los ladridos eran cada vez más amarillos, y hacía viento, pero seguían comprando al corazón bellos poemas que se agotaban rápidamente, eran especialmente ligeros con unos harapos vestidos de letras, y luego fermentados con mil versos desesperados por ser leídos, especialmente cuando desnudaban el último fracaso del zapato en la noche con las primeras lágrimas sin sal, y con la ventanas en oferta.
Así pasaba... Nadie lo esperaba, el miedo a no morirse pintó un suspiro, tan tranquilo por la calle sin cáscara, ni dejando el teléfono colgado del baño, repitiendo el año de la factura del sapo, conocedor del papel higiénico, rugiendo por las axilas del último zorrillo con diarrea al espinarse una mano, en el congreso de los músculos endebles, y los verdes literatos moviendo el rabo en las cuestiones de arte tejidas con manteca. Pero. ¿Cómo decirlo?. Ninguno se dio cuenta del mandril en la silla hablando, hasta por los codos, de la más grandiosa hiperverdad de sabor aeroespacial, y con toda la fabulosa novedad que lo ignoraba, voluptuosa por el aire, donde se manejaba el pedal del hongo, con tanto respeto, escuchando las mentiras más recientes de los gusanos, y desde el piso sonriendo, con los aplausos antes de levantar el dedo. Finalmente, nadie le creyó a la enorme estufa, por la marca que vende una vaca. ¡A pesar de todo!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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EN LA VICISITUD TREPIDANTE (Neosurrealista)
La noche mira, el cielo negro, sin ojos, solo estrellas, lunas, redondos abismos brillantes, ahorcando palabras y silencios, cortejando a los números esquivos. ¡Porqué las hojas desnudan el viento!.
Mira la noche el encabezado de los ecos, demasiado exhaustos para hablar del silencio, cada vez que se requiere, por los bosques hoy, rebeldes, que resultan imposibles de evadir por ser andrajosos y peregrinos.
El cielo negro oculta la sonrisa, feroz, única en el mundo, como hormigas, en fila india, blanda y aguda, que se quedó fuera de casa, sufriendo dolores intensos, en tanto que las botellas, seguirán el mismo trayecto.
Sin embargo, en el trípode formado por el ciclón, y los metales, hay una pata que todavía luce gris, inestable, que conversa con peces y orugas, sepultando gasolina en una vieja choza. Al levantarse la noche, se puede apreciar el contraste, por el polvo que está tosiendo, algodón, arroz y mijo, ennumerando las carencias, en las nuevas pantallas de plasma. Para eliminar la sensación dulce, de frío que le da al hielo, hilo, y el maíz se puede guardar con hambre, y en el proceso de secado, las ranas conducen, al rebaño en un rincón de tierra.
He ahí, porqué la unidad de pasado y presente, es el factor básico para matar el futuro, entre las numerosas formas que adopta en los recipientes más corrientes. Una vez, llegado a su hogar el invierno, se mantiene como un flexible nómada, y empieza a formar columnas, por lo general antes del amanecer, provocando serios problemas de escasez, más no por eso deja de ser un gran esfuerzo. Por esa razón, los payasos, las mímicas y las palomitas sirvieron para motivar a los libros, rechazando, sin duda, las evidencias que contradicen al ponerse al descubierto, la falsedad escondida, trabajando en la mina, con la penalidad agravada, y el envío de los paquetes de sueños.
Por fin, y gracias a todo ello, se realizan este tipo de eventos que van de la mano, y aún no regresan a casa, para disponer voluntariamente de sí mismos. Aunque el misterioso brillo de las setas, es de manera intencional o fortuita, una especie para marcar los caminos, protegidos en yeso para moverlos, y pueden significar una amenaza proveniente de las nubes. Pero en la vida, más bien, es el cuerpo el que debe determinar el momento adecuado, de una interrupción planeada. Sin bien trepidante, no deja de ser una vicisitud entre muchas otras, que con frecuencia traicionan el criterio de la razón egoísta, con la lentitud típica de todo lo incomprensible. Como bien lo muestra todo lo anteriormente expuesto.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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E.M.P.L.U.M.A.D.A.
Y se oyó que decía desde lejos, voy decidida, a volar a un mar en el cielo, y se sentó dibujando en el sueño, su mano en la pluma vivía, cual se desliza en la tarde un sol, donde algodonosa fue una nube, siendo su alma espejo de la mía, tejiendo con silencio un suspiro.
Van pasando las estrellas por sus pupilas, y en el corazón cien lunas rosas, tomadas de partir las noches, que no duermen, si no aman, encima, con luz que, más que luz, es fuego, en los dedos invisibles esparcidos.
Llegó ese día que vuela por tifones, detrás de las cálidas galaxias, en el mármol del misterio vivo, y los pasos de blanca seda.
Como el nido de un ave es, tibia consoladora y suave, hecho un lingote un faro. ¡Qué a la nieve conmueve!.
Y voló volando su vuelo. Y se encontró encontrando su mar. Su mar en el cielo dibujándola. ¡Dibujo de la pluma que soñaba!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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TRASHUMANTE
El instante ha tocado las alas del violín, que llena el aire de alfombras en los frutos, de las miradas saladas perennes flores, abriendo el vientre efímero del pasado, en las manos invisibles del pecado.
Trashumante. ¡Oh!. Trashumante.
En los portales imposibles del pescado. Está la ventana murmurando soñada. En cada vela en cada esquina encalada. Viento de acero bicicletero, mientras, enrojecen, los deseos saltando las paredes.
¡Oh, trashumante!. Trashumante.
Escondido entre los sillones bajo un zapato. En el techo que se bebe al tiempo. Donde el mar es apresado con un dedo, de dulce lamento, en perdido pañuelo, hecho entre la sábana un sábado.
¡Sí!... Trashumante, trashumante.
Empeñado en ser algodón, carguero ligero, de trenes desesperados con los bosques, al desayunar venados, las mismas letras. ¡Que toman las palabras y las borran!. De los últimos delfines que las escriben.
Trashumante. ¡Sí!. Trashumante.
Bajo el rojo del cabello azul del caballo, amarillo del negro colibrí, con la blanca, sonrisa del perfume, al correr las grises, cortinas del sol, al bañarse las alfombras. ¡Con la voluntad de las nubes desnudas!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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ATEMPORALIZADO...
Mucho se ha detenido el reloj, por contar minutos nuevos, entre campanadas de arena y sol, que nos dirá como fuimos. ¡De luna a luna de piel a piel!. Soñados sembrados de otoño, ondulantes, de madera y ceniza y mar y algodón soñados. Las nubes emergen, los suspiros descansan. Miradas, fuegos serenos, ídolos genuinos. ¡Del saciar la sed después del apetito!.
¿Qué más contará?. Si mueren los minutos por inventarse, los recuerdos que no han nacido, nítidos, perlados, opacos, tibios, duros, lejanos, dorados, fríos, extraños, ligeros. ¡En la gloria engañosa vencidos sin pasado! Porque las puertas cierran cualquier ventana, entre las paredes perdidas por el piso, de segundos horarios diarios. ¡Por el tiempo sepultado y sin memoria!.
Una vez. Tal vez. De muchas. Manecillas rotas borradas abandonadas. ¡Por el reloj sin tiempo que murió ignorado!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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E.S.P.O.S.A.D.O.
Con el pozo que aletea el cristal, soñando piedras de algodón, y de luceros, el asfalto descalzo, enciela tumbas, con el tiempo preso en el olvido. ¡Cuando el mundo carga el dolor por dentro!.
Se Derrama Enmudeciendo El trino acongojado. ¡Deliberadamente comprimido!.
Al sembrar arena, arena, arena, en el corazón de la muerte ajena, con las letras del trémulo crepúsculo, con las liras del crédulo intrépido, ¡En el pozo aguarda, aguarda, aguarda!.
Por Los riscos Entrañas nacaradas. Las gaviotas cultivan. ¡Los cristales en alta noche!.
En la cúspide del péndulo. En las perlas mutiladas de un zapato, aguarda el pozo que pesa y posa, en el torso gris de una madrugada en ruinas. ¡Aguarda, con el rostro de las cuevas erizadas!.
Es Posa Dorado candado Pesado y pasado. ¡Delicioso hechizo del tormento!.
Sembrando agujas y cicuta en las ortigas. ¡Oh, flores del agrietado viento!. ¿Quién hay que saque del azufre frutos?. ¿Quién ignora los colmillos de una avispa?. ¡Oh, carne del eclipse desteñido!.
Es Afrenta Débil trofeo Navegante penumbra. ¡En la quietud anónima desnuda!.
Cuando el pozo seco fragua mariposas escarlata, en las pálidas pupilas de una silla, en los pétalos del mármol. ¡Corruptor de la impureza!. ¡En las mismas cúpulas del ósculo infernal!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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RASTREADOR SACRÍLEGO
Busco, me dices: La montaña, clandestina de los ensueños perdidos, de los manantiales algodón, en los arcos de plumas verdes, que bailan rojo al embeleso, y al cristal de las arenas.
¡Pureza en sacrilegería!. ¿Nerviosismo supernumerario acaso?. Me dicen, dilatando lo difuso, lo deliberado famélico, al detractor ubicuo y carnicero, en la irreverencia mutante, me dices.
Busco, busco, no lo niego, el dulce motivo de las sirenas, en la espuma de las perlas, con la realidad de las cadenas, una golondrina abastecida, una palabra por inventarse, neologismos.
¡Ya abunda el incorruptible desenfreno!. ¿Afrentosa integridad honesta en ocaso?. Me dicen, con la escrupulosidad facciosa, ser en la veracidad con desmesura, una desvinculación y vilipendio, en la fornitura imprescindible, me dices.
Busco, busco, ser el mes, hermano amigo de los años, con el silencio justo, que su ignorancia acepta, con el espacio ausente, que el tiempo cultiva grácil.
Busco, me dices, decirte... Que la luz es más obscura. Que la paz es simple sueño. Por las voces apagadas del aliento. Por los peces agresores del veneno. ¡Sacrílego y rastrero rastreador de cielos!.
Si Solo Soy Aquél Que en la insulsez del exabrupto piensa. ¿Porqué se busca regalar el engaño para salvarse?.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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