Yo asimilé las condiciones del alcohol: su espíritu ficticio enaltecido al tercer trago desde el sumiso revés de las baldosas a tres pisos más arriba que cualquiera.
Probé y blandí, el filo bufo de su hazaña utópica y dañina, padecí la tortura personal peor que diabólica, de mi letal remordimiento de resaca de alma honesta.
Por su alquimia fui mendigo siendo Rey; perdí a su sombra mi fulgor particular y fui verdugo de mis buenas aptitudes sin más anhelo que su efecto “sin barreras”.
Asimilé su sensiblera manía re-pintora de corazones desvaídos, pulcra entre lo viciado, germinal en lo yermo, redentora de traiciones y ‘seductora’ de cuanto irreversible desamor.
Ofrecí pecho y abrí brazos al desaire de indiferencias que apuntaban con misiles en iluso afán de disuadirlas: ofrecida mi diestra y en la zurda, conmovido mi sólo corazón.
Y me arrastré por la bajeza impersonal, por la ponzoña de la ajena intolerancia y fui infeliz de departir con el vacío... hasta que un día tu intuición me lo llenó.
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Poeta
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