Mármol Dúctil
Bebí del nublado, del recuerdo, del olvidado. Esos años como segundos primos. Al deber ameno con gente grave, entre pilares más estériles que nunca, años turbios como cataratas lentos, como pesadísimos dados masticados, con el hábito sueño encrespado.
He muerto demasiado al sol silencio, que por fuerza se adelgaza, perdiéndose ciego por la luz sonora.
No será, pues, partida tablas, en tablero no jugado, ni jugo sin fruto el yugo, de la noche menos noche al estrellarse, que nada quiero morir borrándome, y al nacer pedir permiso, sin acostumbrarme.
Al mar frío dejarían los hielos, al fuego hirviendo sin hacer, nada que parezca yerto, tal vez el viento destruya, y construya, de amargura, dulzura, con sal atrás de la entrada.
Aunque ligeras, las espadas de la lluvia, atormentan los algodones desiertos, con el destino serpenteando recóndito.
Y el ojo mirándose fuerte, y la piel frotándose suave, y el pelo riéndose leve, y la mano dándose alegre.
Arranca encarnizada los flancos, donde torvos lagos hieren.
Y se van las palabras sin voz, y se quedan los gritos anclados, y se van los barcos sin mares, y se quedan los huecos inflados.
Veo una música de color perfumado, donde jamás vivieron panes sin penas, ni pana el piso conoce, con la muerte a cada paso, del polvo huésped alimentado, hasta que viento y nada, nutran la plácida memoria.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez.
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Poeta
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