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OPULENTA MAJEZA (Neosurrealista)
Ayer el mar cayó, en la noche verde, aún penumbra en la semilla, del agua desprendida del cristal.
En los últimos años, y en el seno de una aurora, cenicienta, por un latido que florece, y asorda el pensamiento frágil, en la ciudad plagada de edificios, entre las costas árticas, de indiferencia implacable, y el hostigamiento arrinconado, en el aire de las esquinas, saturadas de vacíos en la ruina, que ocupan un lugar destacado, en las áridas pupilas.
Hoy que la espuma del viento, camina por detrás, del sol virginal fugaz, en el templo de la sombra.
Concebida de manera unilateral, y simplista, de aplicaciones estereotipadas, y artificiales de un mecanismo verbal. Siendo el fenómeno, por otra parte, mucho más frecuente, y más antiguo, de lo que lo dejarían, entrever los dedos de una mano. Como un regio tesoro, que se palpa, de tanto en tanto, apagado, y lejano, en el turbio oleaje, que bosteza en la empinada loma.
Por el cabello callado, en la piel de las palabras, en el clavel goteando, en la mirada pura de la brisa.
Con las marcas de cinceles, desnudos en la piedra, y poderosas cicatrices, vegetales, a tres metros de altura, de una gentil sonrisa, subiendo a tientas, por los obscuros corredores, de cabezas grises, esculpidas en el agua sin anteojos, dispuesta a retirarse por el humo, que viste sus atuendos cotidianos, enclavado entre las altas colinas, con ventanas sin vidrios, colgada de una jarra, y acusada de asalto.
Cuando el tiempo inventa, el corazón de los relojes, en el susurro de la sombra, que la sonrisa eterna deshace.
Entre las rocas sin hogar y las hojas salvajes del hielo civilizado del ninguno, en cualquier parte. ¡Qué empieza a ser olvido!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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Asilenciado...
Por esa ausencia habitada que observa de reojo el alma del eco acostumbrado a no hacerle demasiado caso intentando profundizar un poco en el misterio que seguramente iría suavizándose cuando tomó asiento en el automóvil... Acordándose de su aventura matinal en aquel lugar solitario dónde ni siquiera manifestó curiosidad por saber su nombre.
Se detuvo frente al árbol y siguió con la mirada la sombra de las hojas en la noche iluminada en la luna herida con una expresión de perplejidad fuera de su alcance en la copa del rumor enarbolado.
Y las imágenes de un sueño terrible vinieron a ocupar la memoria en la casa cubierta de madreselvas y de bugambilias en un alud de murmullos y telarañas que dos años antes tuvo... Empezó a retroceder transformándose entre escamas que se agigantan y cobran vida aladas en su espalda, en un túnel cada vez más húmedo del miedo puro con su cintura en las mandíbulas de lagartos y las muñecas agusanadas. Luego, desplegó sus enormes alas sin poder escapar.
Entre tanto, nunca inventó la historia de reptil que llevaba y fingiendo asombro en la fábrica de venenos, caminaba y todo su nerviosismo se esfumó al llegar al mercado, montado en un caballo...
Estuvo a punto de salir nadando, soñándose calamar pero no le importaba por el sonido de las suelas y el sabor de unas bolas de arroz sabía que debía descubrir la forma de eliminar la confrontación amistosa sin sostener un diálogo efectivo consigo mismo en las otras realidades.
Aquella fue una primavera reseca y deslumbrante seguro de tener el poder de purificar el aire escondido donde resbalaban las interrogantes inútiles por las respuestas imposibles... Imposibles y encendiendole el aliento, y cambiándole en otoño gris el cuerpo escamoso.
Representaba cuarenta y siete años aunque en realidad solo tenía sesenta y cinco en su avejentamiento de siete años en las hendiduras resanadas del grabado en la madera carcomida.
Suspendido en las leyes naturales de cuatro patas pasaba de cazador a presa hundido el rostro y de lado opuesto una ventana reflejaba baja estatura el cuello abultado en el cielo que permitía ver brillar su piel escamosa en la obscuridad del paraje.
Estos detalles son conocidos por las nítidas descripciones en una narración privada de un amigo de la infancia después de sorprenderlo trepando desde el fondo de una pequeña laguna, hasta el tronco en que flotaba... Las marcas de este retorcimiento viscoso y veloz nunca fueron bien vistas entre las correcciones satisfactoriamente realizadas en la historieta...
Cerró la revista... Ésta cayó desapareciendo en la obscuridad y sin intentar buscarla siguió la marcha... Quedando solo el recuerdo del eco al perderse en el aire...
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez.
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Poeta
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