EL LOBIZÓN El Evaristo Tapera nació una noche de luna llena. Los aullidos de los perros comenzaron cuando esta apareció en el horizonte y no pararon hasta el amanecer, los paisanos pusieron en cruz los cuchillos, las viejas se persignaban, la lechuzas chistaban, pero fue inútil, ellos no creen en supersticiones como los humanos, así que tuvieron que aguantarse el lúgubre concierto. Nadie en una legua a la redonda, pegó un ojo aquella noche. Porque esa noche… esa noche no solo había luna llena, aullaban los perros, los paisanos hacían una cruz con los cuchillos, las viejas se persignaban y las lechuzas chistaban, sino porque esa noche todos sabían que iba a parir mi abuela su séptimo hijo varón, bueno en realidad no sabían si iba a ser varón o mujer. Pero digamos que lo presentían, nunca había nacido una mujer en toda la historia de los Tapera y nadie esperaba la excepción. Y así fue … Varón dijo la partera, cuando vio salir aquella criatura marroncita que dio su primer vagido esa noche de luna llena, cuando los perros aullaron, etc., etc. Se había cumplido el temido presagio de aquellas mentes incultas y supersticiosas, ahora solo cabía esperar … En la siguiente luna llena no pasó nada, bueno sí, en realidad, como ocurre en estos casos aullaron los perros, se repitieron los ritos y nadie pego un ojo, pero el Evaristo dormía en su cuna a pata ancha, dentro de una jaula que le habían hecho por las dudas, ante la la mirada expectante de los padres, el comisario y algunos curiosos corajudos. Nada anormal se manifestaba en el rostro, ni el cuerpo del niño, ni siquiera le crecía un pelo, y hago alusión a esto porque si algo diferenciaba a Evaristito del resto de los niños, era en que no tenía un solo pelo, ni una pelusita, lampiño total el Evaristo. Pasaron muchas lunas llenas, aullaron muchos perros y el Pelao Tapera fue creciendo. Cuando llego a la adolescencia le sacaron los dientes y le hicieron una prótesis, que le sacaban en esas noches, por las dudas nomás…Pero como la gente seguía sin dormir por el ruido infernal, alguien tuvo la idea de hacer el baile del lobizón. Se hizo tan popular esta fiesta que venía el paisanaje de todos los pueblos vecinos a participar. Hasta que una noche de luna llena, varios años después, una hermosa chica, Caperuza, que fue a visitar a su abuelita no volvió al día siguiente a su hogar. Los padres hicieron la denuncia, se movilizaron los vecinos y se hicieron rastrillajes. La abuela dijo que ella había estado, pero se había marchado temprano con su canasta en el brazo, porque quería ir al baile. Se hizo un allanamiento en la casa de Evaristo, principal sospechoso, y mis abuelos dijeron que este había ido a visitar a su abuelita y no regresó a dormir. La gente indignada, temiendo lo peor, le incendió la casa a la abuela, a los padres, a los hermanos y a cuanto Tapera vivía por la zona y salieron en búsqueda del Pelao, dispuestos a hacer justicia por mano propia, pero no encontraron rastros de él, ni la chica. Como si se los hubiera tragado la tierra. A partir de entonces comenzaron a desaparecer ovejas, gallinas, lechones y terneros en las chacras de zona aunque ninguna persona. El terror invadió la vida del apacible lugar donde nunca había pasado nada. Inútiles fueron las marchas de protesta reclamando seguridad y mano dura. Rejas electrificadas suplantaron a los alambrados, los habitantes estaban prisioneros del temor, se acabaron los bailes y poco a poco fueron emigrando de la zona en un éxodo desesperado. Años después, cuando todos se habían ido, nací yo, el Neco Tapera, hijo del Pelao y la Caperuza, en la estancia “El Lobizón”. neco perata
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Poeta
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