En el bulevar de la copa de cristal se vierte un líquido retrato, en esta avenida de arte pasado se pincelan en lienzo mortal ansiedad y arrebato.
Entre cuatro esquinas y obsecuente vino derramado tremebundas historias se desparraman ante mi conmocionado.
Me duelen las corneas con presta paleta de colores, como una brújula al norte de mi hemisferio giran sin control partituras con gustos de olores.
Al pie del alma se muestra un riachuelo de turbulenta furia arremolinada entre elocuentes tartamudeos, un manto fluido de gritos, lloros y arrepentimientos que muere en un marco de madera encolerizada ante bífidos siseos.
Junto a las cientas aguas pasadas aparece una cabaña de madera de musgo en corcho con ruidos silenciosos, ruidos de niñas, figuras de fantasmas nunca sufridos que juegan con cochecitos de madera y plásticos de muñecas morriñas.
En lo alto del escenario actúan montañas de grano de arena, montañas acurrucadas en una hoguera de fuego de copo de nieve que cubre vertiginosas heridas de tostada quemada, montañas de tormentas cómico-sarcásticas de preocupación olvidada.
A lo lejos en la cola de las montañas se observa una borrosa ciudad desvirtuada, malcriada en enjambres tóxicos, devastada por nubes de lluvia que cae hacía arriba como intentando retroceder el tiempo, atesorada en rascacielos de portales nocturnos y carmín del carbón del cielo eclipsado.
Un tejido cielo de soles a lustros que no parpadean mueve el viento en la noche, en el día una luna azul y verde ronca en los aposentos del baile carnal, el sol trazado cuyos brazos salen disparados como fogones a la cacería de mi llama rosa de amor se mantiene constante al circuito del lucero polar.
Y en un último esfuerzo de visión indeseable una brisa de constrictora venenosa repta en los campos ondulando con delicada necesidad una flora gris muerta de estrés y descontrol, unos pétalos de caleidoscopio que no quieren volver a la tierra de un ciclo de vida de entonación baja bemol.
Descripción: En este poema estoy intentando expresar mi angustia y ansiedad ante el ambiente que me rodea, para ello no solo lo describo sino que lo hago intentando que el lector sienta pesadez por lo que está leyendo, juego con una descripción del entorno un tanto abstracta y pesada, un tanto excesiva y angustiosa.