" Y es que del árbol caído todo el mundo hace leña”
La leucemia, sangre blanca con petequias de morado; demorada está la muerte que no llega ni se advierte.
Con la piel como la nieve, con los ojos como metras fui estatua en movimiento solo cuando necesario.
-Si marico alguien te dice, bien marico te me quedas; si pendejo alguien te llama, tú me pasas por pendejo, si te pegan; no devuelvas ese golpe que te dieron; sal corriendo, sal corriendo, no te enfrasques en peleas; basta un golpe mal parado y su hemorragia engendrará; tienes tan pocas plaquetas ¡que no debes ni jugar!-
Y la misma cantaleta cada sábado sonaba parecía disco rayado la Doctora que abogaba… pero es cruel el que adolece ante el más debilitado.
¿Cómo evito una pelea entre el golpe y la pared? ¿Cómo corro si rodean diez malandros mi desdén?
¡Cómo huyo, cómo escapo si el salón completo asalta mi invencible ingenuidad!
Sin peleas soy marico, sin defensas soy pendejo, nadie apuesta una moneda por mi hombría de enfermito.
Porque nadie sabe nada de esta infiel enfermedad; es secreto y es vergüenza, es castigo y es maldad. Soy estorbo, soy molestia, soy vergüenza a mi abolengo porque tengo lo que tengo con mi poca y corta edad.
¿Cómo sé? Es que espío es que escucho tras las puertas los susurros de mamá los delirios de papá la sentencia de doctores y la cruenta realidad, si me callo es porque temo el correazo que vendrá…
Los mareos continúan, tengo sueño a cada rato, y las fuerzas nunca acuden a mis músculos dormidos. Cuando corro cuatro pasos yo jadeo como los perros, y si atajo algún correazo -moretón que no se quita- brota presto de mis piernas todo un gran berenjenal.
Mis plaquetas por los suelos, de los rojos un millón, y los blancos son ya tantos que se comen al montón, tan hambrientos insaciables que se comen el montón…
Y si tengo hemoglobina casi en cero casi siempre ¿cómo puedo oxigenar este cuerpo y esta mente? ¿Qué soy torpe? ¡no me digas! ¿distraído? ¡qué más da!
No defiendo mis derechos porque el miedo es más audaz que el afán de protegerme, y la muerte me susurra (día y noche a cada rato) me susurra en el oído –ya te tengo en la mira, ya eres mío lo verás-
Basta un golpe, uno solo y este cuento se acabó…
Epílogo:
El milagro aconteció, Dios es bueno, Dios me ama y la leucemia me curó catorce años ya contaba cuando el mal me abandonó…
Y ¿el infierno se acabó? No mi hermano, para nada; ese sí que continuó, de otras formas, de otras tramas pero ¿ves? perseveró…
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Poeta
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