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Tengo miedo de no poder ver crecer la vida De sentirla lejos, herida de muerte lenta De no escuchar las aves, volando por los vientos Intentos de felicidad que no encuentro, ida
Sin regreso, boleto comprado en el infierno De ciudades que no existen, autómatas viajan Por caminos perdidos, saben de soledades De tristezas y de olvidos, no tienen destino
Solos están como yo ahora, siento que pasa Rosando mi piel el frío tren, los años perdidos Están en él, pasajero del tiempo que supura La hiel que estremece mi ser y que no comprendo.
Por Conrado Augusto Sehmsdorf (Kurt)
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Poeta
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ADORADA HUIDA
A Dora Da Huida
Por donde huye el viento pasajero de los ecos, huecos tejedores, de las canciones, en el horizonte, de las tortugas. ¡Una soldadura de esperanzas se instalan!. Se tiñen, se estremecen, se olvidan y huyen.
Con la dulzura de la indiferencia fría.
Van los mudos resplandores de la selva, con las alas del perfume de los hielos, en los himnos que caminan sin espuelas, en las huellas de la brisa sin escape, que sufrir hace del martirio el esqueleto.
Donde los ojos. Del abismo se derrumban.
Al desbordar el estéril pesimismo, cual piadosa preferencia en cada mano, que del polvo radiante muestran, el milagro que jugando irisa, el farol de los secretos evidentes.
Por, el otoño, verde fugitivo, pincelada en ciernes.
En el duro rumbo de las palmeras, que pliegan el ardor de las tormentas, en las manos carnosas de los bruñidos, con las alas que al viento azotan, ¡Escapando!. Por el trino de una diestra sombra.
Después, de la arena, cultivando playas y desiertos, en los vidrios del ensueño multiplicado.
En la rubia cabellera del torbellino, de la monotonía opalina del rayo, con los sueños de las pálidas campanas, que detienen los pañuelos vaporosos, con el oro del dolor enamorado.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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Y COMODUR MIENTE...
En la penumbra un pasadizo subterráneo, el túnel, había pasado, sobre las vías, el pasajero. Comodur, el diario, arrugado, bajo la nuca, el hueco, tirando pedazos de tiempo, desocupado, escondiéndose, también bajo las vías. Comodur. Un párpado abriendo y otro cerrando, en las pestañas, años de tren en tren. ¡Y pensaba, en pensar sin mentirse!.
De pronto, ese día, en la madera tratada, árboles en otros tiempos, verdes... Verdes de otros, tiempos, ramas de meses, raíces de noches, bosques nublados, aceites semanales, afeites diarios. Y de pronto. ¡De pronto!. Sin mentirse. La tarde saltó la barda bajo la mirada de aquel árbol, entre las piedras, cargado de rayos. Ante Comodur. Un salto alto, atigrado, por nubarrones como cerrojos, parpadeantes, después de llover, lagos, escuálidos, los relámpagos en la superficie, al fondo del callejón. Desierto. Cierto, cierto. ¡Tal vez demasiado desierto!. Lo dijo. ¡De verdad!. En un grano de arena. El reloj tenía el tiempo. -Un humilde y sencillo grano-. Así pensó Comodur. De cierto día, al caer, lento el sol, areneándose. ¡Saltando como tigre nubes arboladas!. Sin nada. Al fondo desierto de la noche, acercándose, relampagueando viejas callejas felinas, amarilleando.
Esa tarde arenosa, vio todo un desierto. ¡En un humilde grano!. Al reloj, al sol saltando lagos con sus rayos en la mirada, en él. Árbol de otro tiempo. Pero ahora... ¿Quién podría creerle?. Tal vez, sólo él, sin mentirse. Pues. ¡Quién estaba también durmiendo!. Y vaya que si lo hacía. pensaba, lo imaginaba, despierto. Porqué. Bueno, porque solo soñaba, desde varias horas atrás, porque, recostado, soñaba. Y él bien lo sabía. Y además. Y quién y porqué. ¡Eran sordos!. Ambos, mudos, y ahora dormidos. Y a él, Comodur, lo dejó el tren. Bajo la vía.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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Arácnido de techo
Era Solo Una En El Techo Sobre El Lecho.
¿Quién, quién, fuera?. ¿Fuera quién estaba?.
Fuera de suyo pasajero, esperando, encima de nosotros, llegando.
El agua corre lento, si la sed aleja cerca, encantada, humedeciendo, por acantilados desaparece entre fuego secreto debajo en la piel encima las almohadas queman, transparentes muslos, huellas, labios alegres, del rostro relampaguear, dentro del cuerpo.
Arac... ¡Aovar!. Arac... Amar. Arac... Lácteo. Arac Nido Del techo, del lecho... ¡Queso, quiso, casi!. Aquél. Día... ¡Todo, toda, tela, araña, y dactilar!.
Aquél día. Será hilo llameante. Cada noche. Fue duplicada. Esa madrugada. Aquél fruto jugoso. ¡Abundante racimo anida!. Tibia nave de lava llena. ¡Volcánicos manantiales!.
En el sueño tendiendo, extendiéndose blandos. Después... De la rigidez sobre la cama una almohada. Un recuerdo, una magnífica noche húmeda. Mente mana días enrojeciéndose. Y De Plumas nevando inviernos. ¡La frescura vigorosa telaraña!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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