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Sentado sobre el mundo al igual que una rueda constante. No soy el mismo. Ya no soy el de antes.
Despierto después del largo sueño, te dibujo entre sábanas de seda. te escudriño completa. Pero sin tocarte. Solo para saberte en mi hábitat solo para sentirte cerca.
Hija de la tierra. Madre, fuego, agua que recorre mis anhelos. Te construyo entre mis sueños, en mis noches sedientas te bebo hasta saciarme. Te construyo en mis guerras para dormirme tranquilo.. En tu pecho. En tus dulces colinas que sacian mis deseos. Que calman mi sangre. Que alimentan mi cansado cuerpo de combatiente mal herido. Después del largo día. Después de la locura. Para perderse en tus brazos. Para volver a la carga y al orden de las fuerzas.
Eres tú. Fundida entre la niebla. La piedra angular de mi alimento. La voz que me duerme y acaricia. Para levantarme nuevamente… Para vivir.
Me alejo pera sentirme desolado. Para sentirme niño entre tus brazos. Para quedar desnudo Para necesitarte.
La noche se derrumba y el tiempo se cae. El silencio duerme en las paredes. En las almohadas duermen mis sueños. Te tengo cerca. Mi piel te busca para sentirme completo. Mis manos te acarician para adorar tu frágil cuerpo. Para amarte. Y darte el consuelo de mi voz primitiva. Quieta como una tumba. Serena como las hojas de mis versos.
En tu voz descansa, la lucha de la mujer doliente. En tu manos el arma del trabajo sin pausa. En tus ojos la voz del amor que abraza. En tus cabellos, el sol de la mañana que se baña.
Ojos de mujer. Remedio del hombre afligido. A ti te amo antes que a la tierra. Antes que a mi mismo. Antes que mis versos.
No basta el tiempo para callar mi voz en tu oído. Para amarte en las cortas madrugadas. Para adorarte como el pilar de mi tierra. Para vivir en tu amor como un hombre terrestre.
Gonzalo Giuseppe Diaz Bacigalupo
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Poeta
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