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Nadie me llame malinche en tono peyorativo, hoy, se vuelve imperativo que el pueblo ya no me linche y más bien con alma cinche que surgí matriz que se abre, pariéndolos, su ser labre dentro del fiel corazón que de esta mestiza nación soy la mexicana madre.
Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda Ciudad de México, a 06 de octubre del 2023 Reg. SEP Indautor No. (en trámite)
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Poeta
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“Bajeza de inconstitucionalidad profana . . .”
Morena ya ni la friega miserable mal la riega, sucedió allá en Nayarit, en su Capital Tepic.
La bandera mexicana sufrió vejación insana, le cambiaron sus colores su alma sufrió dolores.
Nuestra enseña mancillada por hijos de la “ching . . .” el verde, el blanco y el rojo han sufrido atroz abrojo.
Un tal Figueroa insensato de mente hecha garabato la pintó de vino tinta dejando su vida extinta.
Con el guinda de mugrena le pego sarna, gangrena, al águila poderosa ¡qué tragedia deshonrosa!
El gobernador Navarro que se hunda en lodo y barro ya lo juzgará la historia, el pueblo tendrá memoria.
Qué momento más ingrato, pero, el ruin pejelagarto no tiene amor a la patria, mucho menos la idolatra.
Que mi bilis se derrame, en su mañanera infame no hizo condena alguna, tuvo otra mental laguna.
Se violó la ley y el orden, la constitución, . . . desorden de irredentos comunistas, de sátrapas socialistas.
Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda Ciudad de México, a 13 de septiembre del 2022 Reg. SEP Indautor No. (en trámite)
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Poeta
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Não espero muita coisa... Aliás, não espero nada. Eu já servi à pátria amada e ainda quero servir. Talvez bem antes de eu partir, essa juventude esteja acordada.
O meu poema que não dorme (mesmo com a rede esticada) espera que toquem um acorde, para tocar essa boiada. Se um boi desgarrar, alguém se morde, com medo de uma desgarrada.
A minha pena, desaforada, mete o bedelho no meio... Ela se pergunta pra que veio, e se alista também na brigada. Se o poeta traz a luta em seu seio, nunca vai fugir da parada.
A.J. Cardiais 21.05.2011
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Poeta
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Pa presinarme y pa firma sólo una cruz aprendí. ¿Sabe que no conseguí, coronándome las rimas la mollera como espinas, el milagro de escrebir? Por eso en cuanto alvertí de usté, m’hijo, tal baquía, lo hice desclavar puesías de la cruz de mi vivir.
Pero a más de ser mi escriba, me salió un almirador. Mire que burro soy yo y si me lo cargué encima, es pa que biche de arriba lo que su tata inoró. Mas si piala mi intención de no verlo con mis cuitas, soy capaz de no decirlas pa’ no ajar lo que aprendió.
Si obedece, le diría que me apunt’este alegato: el poder me tuvo'e gato que artero aventó p’arriba y anque ágil, de l’herejía aterricé de parao, ¡quedé caliente, muchacho! por eso con rabia escriba: ¡que al cuete arriesgué la vida contra los gringos, caracho!
Lo mesmo se han adentráo; les abrieron la tranquera. Nos cambiaron la estrategia y a deudas nos embretaron y nosotros embobaos ¡hasta con su marca puesta! Si es que un cielito nos queda, ante sus gritos pelaos y su ruidaje de tarros ¡ni ánimos pa vigüela!
Han negociáo la memoria nuestros propios dirigentes, ¡l'arrodillan insolentes! desprecéan nuestro idioma. ¡Jué pucha!, si la deshonra los hace hablar a lo ingleses y por viles intereses nos endeudaron la gloria; la Patria se queja y llora de mientras ellos, ¡la venden!
Por eso m’hijo, le dicto: ¡Qué divisa ni qué bola! ¡Patriada, discurso, historia! Yo de hace tiempo colijo que mesmo es haber perdido que alzarnos con la victoria. Si a la fin son más patriotas en su afán los enemigos; ¡cualquier día cáin los gringos a desmentir su redota!
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Poeta
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[img width=300]http://1.bp.blogspot.com/-sjslerriYbM/USfh9ulX3cI/AAAAAAAAFPQ/eRp-PJ2USlY/s1600/Guatemala.jpg[/img] En tus cielos contemplé la grandeza del Creador, en tus tierras la tenacidad del campesino, en la mar, percibí y comprendí la faena del pescador, en mi barrio compartí, la cordialidad con el vecino.
Patria mía, en tu seno conocí el amor; en la sonrisa de tus doncellas, en el tenue rojo de tu flor, en las noches pobladas de estrellas.
Patria mía Guatemala, tú no eres mala, son tus hijos quienes se han descarrilado, ofuscando la vida del hermano, con una bala, ante gobiernos que chachalaquean en el Estado.
Patria mía, qué diría Miguel Ángel Asturias si viviera en nuestros días, seguramente desataría su furia, al ver tantas penurias Y con su sable de poeta, atacaría las ironías.
Oh patria mía, excelsa madre amada, Me dueles en el alma de bardo, esa que por nada se quedará callada aunque así tenga que salir de mi pecho gallardo.
Patria mía, como diría un amigo poeta ¡Cómo me dueles Guatemala! Al ver tus niños con la pansa grieta mientras otros juegan con la bala.
Patria mía Guatemala, sean mis letras, un aliciente ante el dolor de tu gente, que yace cansada de sus cetras, del político que traiciona, roba y miente.
Autor: Edwin Yanes www.poesiagt.com www.filosofiagt.com
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Poeta
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Violento de armonía, en el tono de la resaca, llega el coro de las siete provincias, siete rostros adolescentes en las siete ventanas de las estrellas de la Autonomía. Cantan. Canta con ellas la niñez de la Patria, que la primera leche de los labios destila, baja de las estrellas el primer rubio que cose en los maizales el botón de la espiga; danza el coro de las provincias, en el aula republicana. Pero danzan sobre la yerba azul de fantasía, sobre el cielo de Miranda horadado de mástiles mientras navega la escuadrilla.
La palabra Guayanesa no está en el coro de las siete ninfas, y en ellas invierten el camino del cielo y hacia el Oriente navegan como las siete cabrillas; y allí ven el milagro de la Tierra, de un lado, el oro virgen da una franja amarilla, hacia el Norte, del otro lado, las Pampas de Oriente, rojas de Reconquista, y en la mitad un río azul, y allí se ven copiadas y en su centro se anidan. Y así fue como el río su franja del cielo que preside la danza de las siete provincias.
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Poeta
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En Angostura, el río se hace delgado y profundo como un secreto, tiene la intensidad de una idea que le pone la arruga a la Piedra del Medio.
En Angostura, el agua tiene la hondura de un concepto y acaso aquí es el río la sombra de Bolívar, metáfora del alma que no cabe en el cuerpo.
Ved cómo viene, río abajo pensad algo en el río sin vallas y sin puertos, ancho hasta el horizonte, caluroso como el Desierto. La barca es un instante en la vida del agua, una hoja en un árbol, una nota en un trueno, y en la barca venía la esperanza de América, un sorbo de hombre apenas, una pluma en un vuelo, la gota primeriza donde nace el Orinoco del Ensueño. Y llegó aquí, a Angostura, en una playa primitiva atracó la canoa; vedle hundir en el suelo el tacón fino, con el pinchazo de la avispa que quiere conocer su avispero; seguidle, subiendo la cuesta hacia la ciudad; un revuelo de campanas anuncia su llegada, las casas se endomingaban de banderas y de letreros, de Soledad arriban canoas con mujeres como cestas con mangos y mereyes del tiempo. Angostura gallea su jarifa prestancia para gustarle al Héroe guapo que tenía los ojos negros.
Y cuando subió la escalera, hacia la cumbre del Congreso, y cuando volvió hacia la playa con la República en el pecho, ¿qué fue, Orinoco, aquella luz que te encrespó los músculos y te erizó los nervios y sacudió tus hondas fibras desde la planta de Maipures hasta el puño de Macareo? ¿No era la Patria acaso? ¿No era la Patria misma? La patria secular que te nació en tu seno y vivirá en los siglos, eterna como el Mundo, porque si un día se nos muere te devolverás del Océano.
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Poeta
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Quero citar teu nome num poema. Quero ouvir tua voz. Quero deixar desabrochar em mim algo que espero que exista entre nós:
Um acordo, um pacto, um entretenimento de amor. Dissertando palavras fáceis, fui ao mundo...
Subi em sílabas etc. Curvei bugalhos, olhares equidistantes... Os holofotes em mim, talvez te indiquem o caminho.
Estou tão sozinho amor, que as frases me atropelam volúveis. Mudo, quieto, espinho... O teu nome em mim é pátria. Citá-lo-ei breve, num poema.
A.J. Cardiais 17.01.1990
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Poeta
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Yo también, cual los héroes medievales que viven con la vida de la fama, luché por tres divinos ideales: ¡por mi Dios, por mi Patria y por mi Dama!
Hoy que Dios ante mí su faz esconde, que la Patria me niega su ternura de madre, y que a mi acento no responde la voz angelical de la Hermosura,
rendido bajo el peso del destino esquivando el combate, siempre rudo, heme puesto a la vera del camino, resuelto a descansar sobre mi escudo.
Quizá mañana, con afán contrario, ajustándome el casco y la loriga, de nuevo iré tras el combate diario, exclamando: ¡Quién me ame, que me siga!
Mas hoy dejadme, aunque a la gloria pese, dormir en paz sobre mi escudo roto; dejad que en mi redor el ruido cese, que la brisa noctívaga me bese y el Olvido me dé su flor de loto.
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Poeta
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Romancero de la Guerra de Independencia
I
Medio oculta entre la selva como un nido entre las ramas, y medio hundido en el fondo tranquilo de una cañada, allá por aquellos tiempos hubo en Landín una casa que no por ser tan sencilla ni de un fecha tan larga, era menos pintoresca, ni tampoco menos blanca. Sombreaba su puerta un olmo de hojosas y verdes ramas, punto de citas de todas las aves de las montañas; y en uno de sus costados, brotando límpida y clara, estaba entre los terrones y entre las hierbas el agua, de noche siempre tranquila y eternamente callada. Apenas el sol naciente filtraba por sus ventanas, cuando estremeciendo el aire, sonaban dulces y claras, la voz de una cuna hablando de cuanto los niños hablan; la voz de una madre, rica de sentimientos y de alma, y la voz de un hombres que era la eterna voz de la patria, soñando ya con sus glorias y ya con sus esperanzas. Tez cobriza como aquellos primeros hijos de Anáhuac, que tantas veces hicieron temblar de miedo a la España, cuando la España atrevida midió con ellos sus armas; fuerte y ágil como todos los hijos de las montañas; como un labriego, robusto; como un patriota, entusiasta; como un valiente, atrevido, y como un joven, todo alma, el hombre de aquellas selvas, el hombre de aquella casa, era el eterno modelo de esas figuras sagradas que en el altar de los siglos hacen un Dios de una estatua. Veinticinco años apenas por ese tiempo contaba, y de sus nobles heridas la suma aún era más larga, que no hubo por el Bajío ningún combate ni hazaña donde su ardor no estuviera donde faltara su lanza, ni donde al grito de muerte sus huellas no señalara con el licor de sus venas o el de las venas extrañas. Y allí tranquilo y oculto su triste vida pasaba, lamentando en su impotencia la esclavitud de la patria que renunciando a la lucha, renunciaba a la esperanza: cuando una mañana, a la hora que el último sueño marca, despertó oyendo a lo lejos un ruido confuso de armas; y adivinando al instante la suerte que le amagaba, bajó del lecho al influjo de una decisión extraña; besa en los labios a su hijo, besa en la frente a su amada, clava los ojos ardientes en la entreabierta ventana, y al ver por sus enemigos ya casi envuelta su casa, salta a las rocas, y entre ellos se escapa por la montaña.
II
Aún no se alzaba del todo la niebla de la mañana, y aún no acertaban a darse cuenta de tamaña audacia los sitiadores furiosos que sorprenderle esperaban, cuando al galope y bajando camino de la cañada, vieron venir a lo lejos un grupo de gente armada, compuesto de ocho jinetes y el hombre que los mandaba; en mayor número que ellos y con superiores armas, seguros de la victoria fácil que se les aguarda, todos empuñan las riendas, todos afirman la lanza, todos ven al enemigo todos miden la distancia, y en silencio y todos ellos prontos a ponerse en marcha, sólo esperan a que llegue la hora de entrar en batalla. Los insurgentes en tanto viendo las huestes contrarias, más de coraje la encienden y más de amor la entusiasman, y ansiosos de dar su sangre por la salud de la patria, sobre el caballo inclinan, la floja rienda adelantan, y fijos los barboquejos y el sombrero hacia la espalda, entre la niebla y el polvo corren, y vuelan y avanzan, siguiendo entre los peñascos al hombre de la cañada. Y ya los de Bustamante su primer paso avanzaban, anhelando en su impaciencia cómo acortar la distancia que la interpuesta colina con un recodo aumentaba; cuando de pie en lo más alto de las rocas escarpadas, vieron alzarse a un jinete que con voz sonora y clara, "Yo soy el Giro –les dijo, -si al Giro es a quien aguardan; y el que lo busque que venga si tiene honor y tiene alma, que a todos espera el Giro frente a frente y cara a cara"- Dijo: y los fieros dragones al grito de "¡Viva España!" como un solo hombre treparon hasta donde el Giro estaba dispuesto como los suyos a sucumbir por la patria. . . Y fue la lucha, y terribles al dar la espantosa carga, insurgentes y realistas ardiendo en cólera y rabia, se entremezclaron sedientos de victoria y de matanza. . . Quiso la triste fortuna favorecer a la España, el brillo de sus fulgores negándole a nuestras armas, que ya de los insurgentes uno tan sólo quedaba a caballo todavía, pero ya herido y sin armas. Era el Giro, que entre doce dragones que le rodeaban, sin rendirse al desaliento ni inclinarse a la desgracia, luchaba y arremetía contra el que más se acercaba, convirtiendo a su caballo, a un tiempo en escudo y arma. Por fin un brazo atrevido clavó en su pecho una lanza, perder haciéndole el poco aliento que le quedaba; pero él aunque ya en el suelo, con fuerza siempre y con alma, coge la lanza, del pecho sin vacilar se la arranca, y estremecido y al grito de independencia y de patria, de pie sobre los peñascos a sus contrarios aguarda; y después de herir a todos los que acercársele ensayan, hace huir a los restantes que ante heroicidad tamaña se alejan, y desde lejos lo rematan a pedradas.
III
Mártir, que toda tu sangre supiste dar por la patria; tú, de los desconocidos que murieron por salvarla, ¡gracias por tu fortaleza, por tu sacrificio, gracias!
HOJAS SECAS
I
Mañana que ya no puedan encontrarse nuestros ojos, y que vivamos ausentes, muy lejos uno del otro, que te hable de mí este libro como de ti me habla todo.
II
Cada hoja es un recuerdo tan triste como tierno de que hubo sobre ese árbol un cielo y un amor; reunidas forman todas el canto del invierno, la estrofa de las nieves y el himno del dolor.
III
Mañana a la misma hora en que el sol te besó por vez primera, sobre tu frente pura y hechicera caerá otra vez el beso de la aurora; pero ese beso que en aquel oriente cayó sobre tu frente solo y frío, mañana bajará dulce y ardiente, porque el beso del sol sobre tu frente bajará acompañado con el mío.
IV
En Dios le exiges a mi fe que crea, y que le alce un altar dentro de mí. ¡Ah! ¡ Si basta no más con que te vea para que yo ame a Dios, creyendo en ti!
V
Si hay algún césped blando cubierto de rocío en donde siempre se alce dormida alguna flor, y en donde siempre puedas hallar, dulce bien mío, violetas y jazmines muriéndose de amor;
yo quiero ser el césped florido y matizado donde se asienten, niña, las huellas de tus pies; yo quiero ser la brisa tranquila de ese prado para besar tus labios y agonizar después.
Si hay algún pecho amante que de ternura lleno se agite y se estremezca no más para el amor, yo quiero ser, mi vida, yo quiero ser el seno donde tu frente inclines para dormir mejor.
Yo quiero oír latiendo tu pecho junto al mío, yo quiero oír qué dicen los dos en su latir, y luego darte un beso de ardiente desvarío, y luego. . . arrodillarme mirándote dormir.
VI
Las doce. . . ¡adiós. . .! Es fuerza que me vaya y que te diga adiós. . . Tu lámpara está ya por extinguirse, y es necesario. -Aún no.- Las sombras son traidoras, y no quiero que al asomar el sol, se detengan sus rayos a la entrada de nuestro corazón. . . -Y, ¿qué importan las sombras cuando entre ellas queda velando Dios? -¿Dios? ¿Y qué puede Dios entre las sombras al lado del amor? -¿Cuando te duermas ¿me enviarás un beso? -¡Y mi alma! -¡Adiós. . . ! -¡Adiós. . . !
VII
Lo que siente el árbol seco por el pájaro que cruza cuando plegando las alas baja hasta sus ramas mustias, y con sus cantos alegra las horas de su amargura; lo que siente pro el día la desolación nocturna que en medio de sus angustias, ve asomar con la mañana de sus esperanzas una; lo que sienten los sepulcros por la mano buena y pura que solamente obligada por la piedad que la impulsa, riega de flores y de hojas la blanca lapida muda, eso es al amarte mi alma lo que siente por la tuya, que has bajado hasta mi invierno, que has surgido entre mi angustia y que has regado de flores la soledad de mi tumba.
Mi hojarasca son mis creencias, mis tinieblas son la duda, mi esperanza es el cadáver, y el mundo mi sepultura. . . Y como de entre esas hojas jamás retoña ninguna; como la duda es el cielo de una noche siempre oscura, y como la fe es un muerto que no resucita nunca, yo no puedo darte un nido donde recojas tus plumas, ni puedo darte un espacio donde enciendas tu luz pura, ni hacer que mi alma de muerto palpite unida a la tuya; pero si gozar contigo no ha de ser posible nunca, cuando estés triste, y en el alma sientas alguna amargura, yo te ayudaré a que llores, yo te ayudaré a que sufras, y te prestaré mis lágrimas cuando se acaben las tuyas.
VIII
1
Aún más que con los labios hablamos con los ojos; con los labios hablamos de la tierra, con los ojos del cielo y de nosotros.
2
Cuando volví a mi casa de tanta dicha loco, fue cuando comprendí muy lejos de ella que no hay cosa más triste que estar solo.
3
Radiante de ventura, frenético de gozo, cogí una pluma, le escribí a mi madre, y al escribirle se lo dije todo.
4
Después, a la fatiga cediendo poco a poco, me dormí y al dormirme sentí en sueños que ella me daba un beso y mi madre otro.
5
¡Oh sueño, el de mi vida más santo y más hermoso! ¡Qué dulce has de haber sido cuando aun muerto gozo con tu recuerdo de este modo!
IX
Cuando yo comprendí que te quería con toda la lealtad de mi corazón, fue aquella noche en que al abrirme tu alma miré hasta su interior. Rotas estaban tus virgíneas alas que ocultaba en sus pliegues un crespón y un ángel enlutado cerca de ellas lloraba como yo. Otro tal vez, te hubiera aborrecido delante de aquel cuadro aterrador; pero yo no miré en aquel instante más que mi corazón; y te quise tal vez por tus tinieblas, y te adoré, tal vez, por tu dolor, ¡qué es muy bello poder decir que el alma ha servido de sol. . .!
X
Las lágrimas del niño la madre enjuga, las lágrimas del hombre las seca la mujer. . . ¡Qué tristes las que brotan y bajan por la arruga, del hombre que está solo, del hijo que está ausente, del ser abandonado que llora y que no siente ni el beso de la cuna, ni el beso del placer!
XI
¡Cómo quieres que tan pronto olvide el mal que me has hecho, si cuando me toco el pecho la herida me duele más! Entre el perdón y el olvido hay una distancia inmensa; yo perdonaré la ofensa; pero olvidarla. . . . ¡jamás!
XII
¡Ah, gloria! ¡De qué me sirve tu laurel mágico y santo, cuando ella no enjuga el llanto que estoy vertiendo sobre él! ¡De que me sirve el reflejo de tu soñada corona, ¡cuando ella no me perdona ni en nombre de ese laurel!
La que a la luz de sus ojos despertó mi pensamiento, la que al amor de su acento encendió en mi la pasión; muerta para el mundo entero y aun para ella misma muerta, solamente está despierta dentro de mi corazón.
XIV
El cielo muy negro, y como un velo lo envuelve en su crespón la oscuridad; con un sombra más sobre ese cielo el rayo puede desatar su vuelo y la nube cambiarse en tempestad.
XV
Oye, ven a ver las naves, están vestidas de luto, y en vez de las golondrinas están graznando los búhos. . . El órgano está callado, el templo solo y oscuro, sobre el altar. . . ¿y la virgen por qué tiene el rostro oculto? ¿Ves?. . . en aquellas paredes están cavando un sepulcro, y parece como que alguien solloza allí, junto al muro. ¿Por qué me miras y tiemblas? ¿Por qué tienes tanto susto? ¿Tú sabes quién es el muerto? ¿Tú sabes quién fue el verdugo?
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Poeta
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