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Las musas se han ido tras la bruma de una mañana Quedó mi pluma tirada, arriba de un papel blanco Sin su alma de tinta, sin mi alma de artista silencios Que retumban en oídos sordos, en ojos ciegos, en manos inertes Estoy dentro y fuera de un abismo profundo y oscuro Las musas se han ido y sin ellas no hay cuartetos ni tercetos Ni siquiera una prosa poética, ni versos Hernandarios Los horarios sin relojes, calendarios despojados de tiempo Y de espacio, Sera el fin del poeta o simplemente el principio de una nueva era.
Por Conrado Augusto Sehmsdorf
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Poeta
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La vida sin verte, no tiene sentido El sonido de tu corazón y el mío Repique de campanas en nuestros oídos
Bailan las flores en campos amarillos Tus ojos le dan luz a la noche obscura Siento tu mirada, tus manos cerradas
Guardan la razón y el temor, estribillo Que recuerda tiempos y lugares bellos Cantares de viejos juglares, escritos
Que nos marcaron el destino, el camino Para llegar para albergar el motivo Que alguna vez nos juramos, siempre unidos
Por Conrado Augusto Sehmsdorf
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Poeta
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ELEGIA DE LAS PALABRAS
Nos siguen voces mustias, inconexas, lejanas, del color de los cirios sin la flor de la llama. Ocultamente viven en la tez escarlata de los labios aéreos, inmóviles como alas de lentas mariposas. De pronto se abren rápidas, para cerrarse en climas de misteriosa calma. Vuelven a abrirse súbitas, y son como parásitas de selvas guturales, audífonas y mágicas. Y vuelven a cerrarse sumisas; y traspasan libidental orilla de nieves y de granas.
Se alejan de los tímpanos, envueltas en las gasas de acentos y de músicas y espíritus que vagan. Sedientas de silencio, perforan las murallas; se van como espirales; se desintegran, pasan girando en las elípticas; se tiñen de invioladas auroras superiores; sus números enlazan con todo lo absoluto de cifras y distancias. Tal vez alumbran solas por siglos, como brasas de estrellas abolidas, o púrpuras precarias, hasta que al fin sintiéndose remotas, inhumanas, recuerdan longitudes, descienden y reclaman calor para su hielo; raíz para su savia; salud para el estrago que albergan enigmáticas. Y asedian los oídos, insisten y taladran; circulan como vientos; aturden como ráfagas; y oscuras y furtivas y agónicas, se abrazan a las dormidas lenguas, y nuestros labios hablan sin saberlo, un idioma de vidas apagadas; de abecedarios grises y exangües consonancias; de muertos que regresan, de sombras y de nada.
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Poeta
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Cogióme sin prevención Amor, astuto y tirano: con capa de cortesano se me entró en el corazón. Descuidada la razón y sin armas los sentidos, dieron puerta inadvertidos; y él, por lograr sus enojos, mientras suspendió los ojos me salteó los oídos.
Disfrazado entró y mañoso; mas ya que dentro se vio del Paladión, salió de aquel disfraz engañoso; y, con ánimo furioso, tomando las armas luego, se descubrió astuto Griego que, iras brotando y furores, matando los defensores, puso a toda el Alma fuego.
Y buscando sus violencias en ella al príamo fuerte, dio al Entendimiento muerte, que era Rey de las potencias; y sin hacer diferencias de real o plebeya grey, haciendo general ley murieron a sus puñales los discursos racionales porque eran hijos del Rey.
A Casandra su fiereza buscó, y con modos tiranos, ató a la Razón las manos, que era del Alma princesa. En prisiones su belleza de soldados atrevidos, lamenta los no creídos desastres que adivinó, pues por más voces que dio no la oyeron los sentidos.
Todo el palacio abrasado se ve, todo destruido; Deifobo allí mal herido, aquí Paris maltratado. Prende también su cuidado la modestia en Polixena; y en medio de tanta pena, tanta muerte y confusión, a la ilícita afición sólo reserva en Elena.
Ya la Ciudad, que vecina fue al Cielo, con tanto arder, sólo guarda de su ser vestigios, en su ruina. Todo el amor lo extermina; y con ardiente furor, sólo se oye, entre el rumor con que su crueldad apoya: "Aquí yace un Alma Troya ¡Victoria por el Amor!"
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Poeta
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