¡Orgullo! me tienes cegato
dando traspiés como garabato.
¡Ay, de mis manos,
no sabía que tanto pesaban
cuando de mi cabeza se recostaban!
Tenso, cabizbajo
emperrado de seguir mirando pa’ bajo,
dominado por la furia del mal genio
que se metió en mí como demonio.
Sin escuchar
ni darle espacio a las razones
salen de mí fuertes ventarrones,
haciendo distancia,
aunque más tarde
moleste en la conciencia.
Orgullo,
muerdes de cerca o de lejos
con punta de lanza, con bocas de cangrejo,
lastimando el alma por fuera y por dentro
cuando sin haber tenido calma
remedio no te encuentro.
Julio Medina
10 de septiembre del 2013