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ADUSTIBLE CARMESÍ En el humo pesado que siempre es medido, no estoy, sin embargo, tan ligero pasando, al correr las lenguas sin cabeza, sin explicar al puente el río.
Con lo nuevo lo viejo parece inservible. ¡Si lo sabrá el mar!. ¡Si lo sabrá el desierto!. En la nariz el perfume no perdura, ni en las retinas ningún color.
Solo la humanidad hace decrépita, la tierra, el cielo, con tanto fuego, enfriando más que al hielo toda. Prudencia, templanza, bondad, compasión, honradez, franqueza, humildad, valor, respeto, lealtad, caridad. ¡Oh, etcétera largo!.
¡Oh, como ha perdido árboles esa hoja en sus otoños!. Y los verdes en amarillos, amarillan ya verdosos.
Muriendo en su memoria el olvido. La gratitud no siempre es el fruto. Cuando la fruta no se disfruta, ni en la libertad esclava, donde las maravillas brillan, en el clavel dulce miel, así como en la guayaba y el mamey.
¡Qué mal enemigo es el tiempo!. Cuando se tira sin estirarlo, aunque fueren años los segundos, como los primeros brotes, los movimientos esmeraldas, el viento en las ramas, el agua en el bosque, en el surco el grano, en el corazón las manos.
Porque si bien quisiéreis bien, no hagais al mal más bien, ni en el mal solo el mal. ¡Solo limítate a ser!.
¡Solo limítate a ser!. ¡Solo humano!... ¡Tan solo humano!. Con el corazón en la cabeza, y en el espíritu el alma. Con el aliento en su lugar.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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CONCURRENCIA SOÑADORA
Donde el humo enciende un cigarrillo, con el escándalo mecánico, en la penumbra artificial de los ratones, con la voz de la distancia, en el lívido límite de la cárcel tierna, con la dulce incertidumbre, del incendio fósil dictando conferencias, al clavel de la primera vez constante, del sonido perseguido del ruido requisado, por la sospecha despreciada despiadada.
Por ser la concurrencia soñadora empedernida, y que no solo pensase al leer en lo que lee, ni en la repugnancia de repetir lo ya dicho. ¡Sin la dicha de sentirlo!. Encadenado al río, que corre boca arriba naciendo navegante ligero, de lo conseguido en cierto modo incierto espeso, al encontrar otro camino rabioso ramaje rapaz, en que cada parte del principio supone un fin, un pronóstico sin ropa sin ritmo sin horno postal. En La Concurrencia Soñadora... ¡Por ése anhelo que no ha tenido!. Ni antecesor, ni sucesor, sectario secuaz sedoso. Ni tímidos resortes rectos, ímprobos. incandescentes. En las dulces curvas... ¡Dónde la sal entra!. Con el velo del preciosismo azulado ambulante. Y la vanidad dorada en salmuera. ¡Por hablar del sentir, de lo que nada se sabe, ni se puede saber, pregonándolo!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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DESCONTADO (Pseudoanticuento)
__¡Largo de aquí, cuento infeliz!. La tristeza en maceta ya se siente jardín. Bien sabemos que carga el mar, con las pestañas en las alas, y las noches frente al espejo quebrado. Y a lo lejos está el cielo que cuelga como el milagroso ungüento... Más las espadas blandas son ante las cósmicas entrañas hurañas como las noches sin marido, en la luna enloquecida con el fervor espumoso del piélago ligero. ¡Ah, cuento sin principio, historia inexistente, fraude vil a conveniencia!
___¡Ondas ingenuas que entre sus muecas perece!. Sí, sí, mira con atención: Allá está la luna montando la tarde, y recorriendo tardía la calle curiosa, por no haber aceptado el sombrero ofendido, empecinado en agacharse contando las estériles monedas con sus íntimos gusanos. ¿Y lo cuentas ficticio?. ___ No, solo es una oferta. Real fantasía para los incautos... ¡Oh, albergue pobre de la gris materia!. Pálido recuerdo perdido poco a poco, en la urna helada de los bolsillo ajenos. __Pienso, me dices, aunque lo dude con frecuencia... Que quizá sea el momento donde se sienten cercanas las fronteras del silencio que tratan de recoger todo el contacto preocupado por el cambio... Por la ciencia desnuda con sus metálicas veredas, en la humana estupidez que con ironía se regenera, y fabrica la insigne inocencia huyendo.
___ No lo cuentes con calma!... Me dicen los silencios y las sombras que nada sé de ellos, que nada es igual de peor en la mínima falsedad transformada en elixir veleidoso de lo verosímil sólo... ¡Qué no lo cuente quitándole!. Ni ofertado.
Las gotas en la tormenta se elevan con el sol que se expresa desamparado en luz, suplicante, y en la danza ritual de los gestos. ¿Qué estoy diciendo?. Dices callando. ¿Acaso que he dicho algo?. Y sobre todo, bajo esas figuras. En los claros muros que murmuran, sin duda, y sólo a veces durante unos instantes en los nidos de nieve que vuelan bajo el hielo con virginal rubor en las ánforas de arcilla del aliento que se tiende acariciando lo que no se cuenta, lo que se quita de verdad, lo que se confunde con gracia y se enreda sutilmente.
___ ¿Qué tipo de vida hace la escena mortal del abuso más lleno de armonía?. ___Me dicen que digo, que la libertad de matar al débil y engañar a los ilusos, en la razón incólume del engendro sin freno que se agita porque nadie lo quiere... Y que sólo nadie debería contarlo, quitándole poco a poco la esencia que le evidencie en la maceta que se ha creído jardín. Pienso, casi creo sentirlo, porque escucho que en la lejanía lo dicen las montañas en la opaca quietud donde duermen los campos de rodillas en la penumbra incierta que decora las ventanas abiertas.
No obstante, en este cuento, y no contando con mi ausencia momentánea que hace bien a las cosas ya dichas, y que parecen iguales para que podamos distinguirlas en cuanto están lejos los subterráneos urgentes, y que del sudor un trozo se derrumbe como un sueño que se seca en las pasiones cotidianas, prolongadas y perennes. __Dices sobre todo cuando duermes y no sueñas, y lo callas destejiendo los silencios en el ramaje sonoro de los anónimos... ¡Un simple pórtico de las puertas falsas realmente colosales en el abismo de los rumores inventados en la impúdica certeza! .
Hacía frío bajo la frente cálida de una vigilia pescadora de linternas. Y pensó: ¡Tal vez es mejor no contarlo!. Desdecirlo con desdén y desdoro, desdoblarlo hasta hacerlo repugnante, como se pugna por descuajar la más mínima razón que esté en desacuerdo... Se sentó, hizo un gesto que viajaba en un agujero angosto excavando cuatro horas en el techo y luchaba a sus espaldas el terreno con la palidez de los obscuros fulgores.
Al final se fue feliz, soñando no haber dormido, tan despierto como la razón del último siglo. Y muchos supieron que estuvo ahí nadie, como siempre, obligado a no decir nada. ¡Y fue el mismo nadie de siempre!. El que calla cuando la ausencia lo escucha y el que habla en la presencia de la nada.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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