La muerte no existe, es un invento de la vida para esconderse.
Los que se van nunca vuelven, pero están siempre muy cerca de tu corazón.
Tal vez en los laberintos de tu cerebro, transformados en recuerdo y en luz.
Como dicen las leyes de la física, la energía no se pierde, solo cambia a otros estados naturales.
Esa energía es la que sentimos, cuando pensamos en algún ser querido, que ya tus ojos no pueden ver.
Es imposible verlos, pero los ojos del alma rescatan del olvido, las imágenes que quedaron flotando en el aire.
Y dejan que sientas su presencia rozando tu piel, estrechando tu mano, que sudorosa siente, ese frio extraño que te hace estremecer.
Este es el mismísimo misterio de la vida, que no deja morir, a los que quisiste.
La vida eterna, pregonada en cada religión, es ni más ni menos que, un simple recuerdo, pero no por simple es pequeño.
por Conrado Augusto Sehmsdorf
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