La esquela virginal abre sus brazos de luna. La invaden mis exploraciones. Búsqueda frágil de algún soplo.
Cavernícola necesidad de comunicación. La nada baila con sones de tamboriles. Es el gran poder de la palabra el que desciende.
Debo ser jardinero con manos atadas. Desierto que repone los rencores. Candilejas de vallenatos trágicos. Aromas de tangos espumeantes de vacío.
Pensamientos que no quieren aflorar. Restricciones de tiempo y la esquela sigue. Sin destinataria. Sin un beso. Sin los preámbulos que canalizan las pasiones.
Sin la humedad que se genera en la boca. Sin saciar el desolado dolor de la ausencia.
Desafío inconfesado de retomar la réplica. De sonsacarle esquirlas al sol que amanece. Sin fuerzas para recuperar en una esquela confidencias de senos abiertos.
Musicalidad al soplo de los dedos, escarbando locuras en el monte de Venus, convencido de la perpetuidad del romance.
Amante de la suave organza, comediante de la pluma astral. Tarotista acogedor de tus silencios y quinta columna de tu reprimida sonrisa.
Desafío de contar en una esquela la lejanía de tu estrella y mi red de candilejas tratando de acercarte para el festín de las pasiones adeudadas.
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Poeta
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