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INMANENCIA CONTINGENTE
Ya he olvidado al soñar tanto sueño perdido. Porque me fui llenando de olvidar, al olvido mismo, el mismo que come conmigo mi hambre, ahora que lo perdí. Mi retrato me regala solo el silencio, mi viejo silencio al gritar. Mis cabellos han perdido su viejo color, y el blanco es más gris. Por los rincones olvidados, olvidados por las palabras, no dichas por las desdichas. ¡Oh, dolor, oh, dolor mío, solo eres mío!. ¡Oh, dolor, siempre tengo tu compañía, no me abandones!. Sería inhumano no sentirlo, cuando la injusticia abunda. ¡Oh, dolor, porque circulas por ésta, sangre y aliento!. Simple polvo, mañana no seré más ya. Como tan nunca eterno he sido. Tan siempre como siempre. ¡Solo gota que se seca, y del mar, lleva una burbuja de una ola!. Ya no sueño. Porque yo mismo soy, un sueño perdido. Un polvo con aliento. Solo como vine me iré. Me iré como vine. Solo soledad y compañía a veces, aves, vuelan. Sin cambiarle a esta alma que no es, mía en absoluto, su destino, en un sí que es no. Sin cambiarle a mi tiempo el reloj, con el silencio transparente… ¡Qué no soy!. Pidiéndole a mis piedras mis risas mi polvo, a mi polvo mis dolores mis alegrías, al viento soltando este aliento… ¡Solo, mío no es!. Sin esperar que resbalen los días, como el futuro se ahoga de pasado, y el vano presente se sueña, aún no termino de nombrarlo, y ya ha pasado, sus letras, su tiempo, sus sonidos y su esencia… ¿Quién la tiene?. ¡El ahora no es ahora, es después!. Es el fragmento frágil de una burbuja. ¡Qué no es, sino que se va haciendo con la mismísima sangre de Cronos!. ¿Qué mejor victoria, puede darme la muerte, si, la vida y el amor, así como se van vienen?. ¡Oh, dichoso de no haber sido, lo que pude sin poderlo, y al intentarlo perderme, sin dejar de ser el mismo!. ¡Humano siempre humano!. ¡Siempre humano siempre!. ¡Humano, humano, solo!. ¡Solo, solo, humano!. Insignificante mortal ante todo, y ante toda eternidad. Si la hay. Y si no, entonces… ¿Qué es este tiempo, solo, y en la eternidad qué es?. Sin pedir más por menos. Ni de menos por más. Y que todo lo que deba pague.. ¡Injusto es y será siempre, si no es así!. Entre la hierba tendido. Como todo deba ser. Como todo ser deba. Tenderme entre la hierba. Ni más ni menos, partir con todo, lo que traía.
¡Solo para vivir, lo debido, sin más!. ¡Cuánto mar hay en un pez!. ¡Cuánta tierra tiene un cuerpo!. ¡Cuánta esperanza hay al morirse!. ¡Cuánta luz en la punta de un cabello!. Nada sé, lo sé, y no lo dudo. Ya no pido, acepto, lo que tengo. Y aún si nada tengo, no pido ya. Acepto, también, lo que no tengo. Tanto como lo que tengo, y no me tiene. Sólo sé que nada mío, es permanente. Y que todo lo que se me dio, daré. ¡Aún sin quererlo, así será!. Siendo así. Iré a dormirme muerto. Sí, más que un muerto, muere sin morirse. ¡Tanto más que muchos otros!. ¡Solo mi muerte será mía!. ¡Porque mi vida solo fue!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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HERENCIA DEL OLVIDO (Neosurrealista)
Ahí. ¡Oh, memoria! hecha de mares e islas de sueños huracanados en ruinas de tiempo ¡Imperio!. De manecillas sin reloj.
En el último punto, donde la intencionalidad pierde énfasis, porque estaba equivocado, al ver la progresión de la variables, en los sentimientos excesivamente largos, de las afirmaciones descuidadas, más escalonadas que las olas en el centro de una burbuja, en los amores irrigados, negociados, con el mayor interés en el salario de la noche, en las cumbres de las colinas dónde la caza es menor... A pesar del intercambio de información, en la desembocadura del río, como consecuencia de los rumores que se habían extendido sobre las casas de madera anhelando recordarlos...
¡Dónde se mezclan relámpagos de seda!. ¡Dónde no importa el dolor padecido!. Por dormir púrpura, la mitad de la noche ¡Qué embellece todo lo lejano!. Y contempla calendarios perdidos.
Al borde de un bajío, una línea de pedruscos discurre, tímida, sufriendo por las miles de especies de animales y vegetales, desaparecidas las regaderas y lavabos, en las pensiones ruines más agitadas del barrio, con la ansiedad de terminar con la riqueza, y la necesidad de mantener la violencia, con sexo, y con muerte, tras muerte bajo luces giratorias , al ritmo de la música, colocando sus anuncios en las ventanas, porqué al igual que los humanos, los orangutanes almacenan grasa cuando la comida es abundante, y tienen huecos alargados de origen volcánico, que son intermitentes por el tiempo desteñido de los besos cristalinos.
¡Oh, cuántas hojas hay!. En el alfabeto de un otoño, de las lluvias acuarteladas, en la espalda relampagueante, de las pisadas entre las nubes.
Por el sonido que se produce por la vibración de los cuerpos, en los conceptos ondulatorios de las pasiones, como una luz de lámpara fugitiva, y el rubor secreto de los nardos y dardos, cuando los dos ocupan posiciones idénticas, en el medio elástico oscilatorio y armónico, con sus campos magnéticos ilusionados, con los tubos fluorescentes, con la emisión de radiaciones núbiles, porque el filamento se fabrica con tungsteno bajo el pecho, y eleva la temperatura, bajo la denominación genérica de circuito impreso, en el alma de un suspiro, que será depositado en dispositivos ligeros y sensibles, aplicando en sus extremos una corriente de amor espeso.
Ahí, donde las mentiras se amotinan banales desoladas, cayendo, heridas, por la breve e iracunda... ¡Verdad violeta del cielo!. ¡Qué de azul tejió la distancia que nunca existió. Eternamente!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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ACORRALADO
El caballito tenía por el viernes, un especial sabor de lunes, lento ligero, al entrar en la semana, los inquietos y líquidos pasos. Después, con la disminución veloz, del frío, en combinación con las argollas, aún esperaba el regreso del viejo empleo, conforme oía callar las hojas. Revistas entre sus ramas, casi empapeladas hojas en sus ojos de pasado, en ayeres de sueños acolchonados, sábanas húmedas, y sobre el escritorio, dejó la camisa. ¡Así, como en su viejo caballito, la madera lo recordaba!.
Así. Ilusionado, en la oscuridad, eléctrica parecía la noche, al vapor de chimenea entre cuentos olvidados, en alfombras insomnes y señalados renglones, llenos de recuerdos. Pasaba, y pasaba a veces, puentes, montañas extrañas, entre las ranas, descubriendo océanos entre los charcos.
Y pasaba, todo apenas, un instante, en cielos almendrados, en finales sin principio, en sonrisas de nubes nuevas. En un corral, dorados sueños de mañanas, interminables, en el corral amigo, de otros suelos, fértiles anhelos cumplidos.
¡Todo pasaba!. Y pasaba, descubriendo flamas, velas, vapores optimistas en la temblorosa, alucinación de los minutos. Salía. De la cama, oliendo sueños nuevos, sueños cumplidos, y las pesadillas clavadas, entre sonrisas ingenuas. Salía luego, un castillo a lo lejos inquieto, y una rodilla en apariencia, descansaba, en el pantalón inevitablemente entretenido.
Aunque, apenas cuatro pesos crueles, de afán azuzándolo saltaban, inútilmente, inadaptados al hambre, en las conversaciones agrias, avivando el consuelo del día. Ruidoso al último momento. Ahora bien:___ ¿Qué puede comprar el hambre de firmar el usurero, y el empleo de cuatro pesos?. Y... Pensándolo, sintiéndolo, tan cercano bajo la piel del horizonte. Estuvo. ¡Pensando en efectivo la esperanza, hecha demonios confundidos!. Índices de fisonomía de auténticos descaros, pintorescos velos. Las bambalinas, dubitativos acordeones, pianolas y tambores.
Estuvo. En el corral de sueños, hechos del telar, y pesadillas desatadas, en unos presentes infinitamente desiguales, abundantes de ahoras bajo el suelo. Y estuvo aguardando en la mesa demasiado, imprevista, largas planillas. Y solicitud de bonos, abonos de huertas secas, manojos de recibos. Y el derecho al postrer esfuerzo del fracaso dispuesto al desayuno.
¿De dónde sacaré?. ¡El café tiene!. Sí, el café tiene la culpa concentrada en pequeños puntos dormidos, y la misma taza escamoteaba, pausas, gestos en la situación tapada, gris,pálida comparsa a su manera. Y en el martes, sucumbía cada jueves, inmediatos los secos miércoles de la mañana, porqué aceptaban allí cualquier fin de semana, tintas, broches, plásticos, remedos de jinetes, monturas de barro tejido, en pajas viejas y... Los músculos en los asientos. ¿Porqué?. Y ahora, en el corral estaban muchos, monederos cultivando insomnios dobles.¡Nunca lo supo!. Creo, dicen, me dijeron acaso sus memorias destempladas. Porqué el mismo se aplastó, el mismo se cayó encima, perdido en un espejo, dejó de reflejarse al fin, un día de tantos otros. ¡Por el alma extraída, del bolsillo ajeno, donde el pueblo, nada sabía decir, nada podía hacer, solo morirse igual, decrépito, absoluto, dueño de las llaves del cementerio, omnipotente, también de ausentarse, algún día de la faz del mundo, y que aún conservaba, su crédito de finalizar el fin.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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