ADUSTIBLE CARMESÍ
En el humo pesado que siempre es medido,
no estoy, sin embargo, tan ligero pasando,
al correr las lenguas sin cabeza,
sin explicar al puente el río.
Con lo nuevo lo viejo parece inservible.
¡Si lo sabrá el mar!.
¡Si lo sabrá el desierto!.
En la nariz el perfume no perdura,
ni en las retinas ningún color.
Solo la humanidad hace decrépita,
la tierra, el cielo, con tanto fuego,
enfriando más que al hielo toda.
Prudencia, templanza, bondad, compasión,
honradez, franqueza, humildad, valor,
respeto, lealtad, caridad.
¡Oh, etcétera largo!.
¡Oh, como ha perdido árboles
esa hoja en sus otoños!.
Y los verdes en amarillos,
amarillan ya verdosos.
Muriendo en su memoria el olvido.
La gratitud no siempre es el fruto.
Cuando la fruta no se disfruta,
ni en la libertad esclava,
donde las maravillas brillan,
en el clavel dulce miel,
así como en la guayaba y el mamey.
¡Qué mal enemigo es el tiempo!.
Cuando se tira sin estirarlo,
aunque fueren años los segundos,
como los primeros brotes,
los movimientos esmeraldas,
el viento en las ramas,
el agua en el bosque,
en el surco el grano,
en el corazón las manos.
Porque si bien quisiéreis bien,
no hagais al mal más bien,
ni en el mal solo el mal.
¡Solo limítate a ser!.
¡Solo limítate a ser!.
¡Solo humano!... ¡Tan solo humano!.
Con el corazón en la cabeza,
y en el espíritu el alma.
Con
el aliento
en su lugar.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez