En fugaz e inocente micropausa mis hilos de audacia te incautaron. Un café nos excusó con piel de trópico hasta quebrar los hielos inventados.
Recreando sensaciones de novatos, un “me gustás” deslicé en la servilleta y como encaje amistoso lo guardaste entre eruditos textos de Política.
Esas Ciencias Políticas constantes se tiñeron de soplo celestino, orientando tras largos aspavientos los mástiles atrevidos del romance.
Cochabamba tuvo dejos de guerrilla. El Pacífico auguró cooperaciones. Lima nos cantó del mestizaje. Palermo nos guiñó su alojamiento.
Mientras de Morgenthau la moral del poder memorizábamos, nuestro poder la moral iba flanqueando en conquista de clandestino espacio.
Desplegamos la piel como un teorema, planisferio sensual, descubrimiento, plagios de entregas, dos insensatos, con dos silencios marcando el paso.
Lúdica tregua, qué gran examen el que rendimos entrelazados. Diálogo franco que atesoramos en cada beso que nos brindamos.
Hasta que pronto, disimulados, cautos cientistas de grueso marco, fuimos pañuelos que se estamparon desde Retiro hasta mis patios.
Pétreas mejillas del Aconcagua fueron vasijas de confidencia y la misma nieve, escrupulosa, tendió amnistías a mi conciencia.
Así, extraviado, quedó el secreto. Ni puritanos ni desalmados, sólo un maduro trepar de vides en reincidencias adolescentes.
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Poeta
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