Fue alguien...
Fue
un alguien
que aprendió a salir
de cualquier parte y agradecer
las modestas mañanas de la tarde, de la noche, sin sol ni luna,
por las limosnas de los años envejecidos,
del sueño, con la rutina, sabor del hilo, del hielo,
del ciclo, con la rotura, sobre la oruga, la tortuga.
Fuego del agua, carbón y combustión,
de una no sospechada primavera, hoja del otoño,
un reverso, de tornillos y de tuercas,
en la memoria de una llanta,
que lo ha dejado, abandonado, en el camino, lejano de ciudades,
desde hace ya tantos años,
que hoy parece ayer y qué puede recordarlo sin amargura,
una carreta que no ignora que el caballo se cansa,
que ya es el porvenir un verano antiguo,
y el olvido lo tiene invernando,
como ha sido desleal la escarcha.
Y con el óleo seco
al eco fueron desleales,
lo qué puede sentir de pronto,
el desierto al cruzar la calle,
por una misteriosa y despoblada
felicidad de vino añejo.
Hilo
De seda
De algodones extintos
De fugitivos tabacos
que no viene del lado del humo fácil,
y de la esperanza del cerillo
y de la esperanza de la flama
inmóvil dentro del ojo
de una aguja desventurada
de una tela de alambre
sino de una antigua
cerca,
con
la
inocencia, del candado sin cadena,
en la propia raíz acerada,
o de un día difuso ... ¡Para ser alguien en cualquier parte!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez