Cuando los remos entendieron el frío
se hundió su madera redonda
en los acerados nudillos
de un chilote
Las islas se enlazaron
de botes furtivos
Engalanadas de procesión y chichas
subieron como átomos altivos
al canto inaugural de borracheras
La sidra generosa tupida de sueños
blasfemó la lejanía de los hombres
alargados de pampa y hielo
en la trasquila
Crepitaban las piedras rojas
sus milcaos
Las almejas eran castañuelas errantes
transitando su fuerza pendenciera
Dos acordeones morenos
comenzaron a saltitos
a despertar los raulíes
y cincuenta mujeres solas
aplaudieron el corrido
Para bailarlo y descubrirlo
voló mi poncho hasta las zarzas
Desafiando miradas clericales
abracé la tímida cintura
de mi viuda
hasta encallar mi bote
en su tersura
Luego, por largos años,
ella remó para mí
los crepúsculos
y yo buceé las entrañas
de Calbuco
en un diálogo muy simple
que en diez hijos se plasmó
La silenciosa raíz de los ostrarios
alimentó diez fuertes emigrantes
La música resuena en sus talones
como pálida postal de sus romances
Vuelven siempre en los otoños
en pascua de resurreccón
En corridos y mistelas
a buscar resignación
Noviarán por los inviernos
y de nuevo partirán
A la esquila y a la pampa
Otros hijos dejarán
En alforjas de garúa
llevarán tozos de mar
Con sus botas y sus lanas
otra viuda llorará
Es el ciclo de mis islas
Saturado de llover
Es la historia de mi abuelo
De mi padre y de estos diez
Sin querer que se repita
Pero qué se puede hacer
Chiloé con sus varones
desplazados por Neuquén
Chiloé para los pijes
un rincón sin conocer
Chiloé p’a los chilotes
yerba amarga que sorber.
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Poeta
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