“Nunca bajen la cortina de mi querida cantina . . .”
Local que expende los vinos, múltiples “brebajes” finos, recinto en el que Dionisio se extasió hasta que quiso.
Sitio fiel paradisíaco fortaleza del Dios Baco, santuario, altar de lo culto al que, hoy, le rindo culto.
Un rincón cerca del cielo que nos colma todo anhelo, capilla de caminantes remanso, paz de viandantes.
Seguiré tu eterna ruta taberna que se disfruta, tasca de sabia conseja, cantina de historia añeja.
La decoración que impera vieja caoba, . . . madera el preludio de una barra las uvas, hojas de parra.
Bar vitrina, espejo vidrio, botellas hasta el delirio cristal, jarra, vino tinto sacro, blanco, es indistinto.
Cantinero diestro mago su pócima es empalago, cáliz, copa que se agota ingerir la última gota.
Los Meseros, Capitanes, diligentes muy galanes brindan trato de tersura a clientes, digna mesura.
Privilegian el servicio sirven con arte y oficio entre las mesas manteles licores, viandas, son mieles.
El paladar deleitar entre música gozar dulce etílico letargo que provoca el sorbo largo.
Nuestro pensamiento se abra, empapemos la palabra porque Jesús, en su templo, para darnos el ejemplo.
Se alzó una copa de vino trazándonos el camino, hay que bendecir los tragos moderemos sus estragos.
Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda México, D. F., a 08 de noviembre del 2014 Dedicado al Señor Manuel Rosendo Mirón Reg. SEP Indautor No. 03-2016-070109301200-14
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Poeta
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