Situase en escena la bestia de las montañas de seda que duerme entre cartones mojados, una marinera de caña de azúcar con exceso de cafeína en té, una frugal bala perdida, una cínica de los pudores, la consumida por agravios, si, el tronco otoñal escondido por finas hojas cortantes en el corazón.
Baldosa a baldosa entre teclas de notas negras sin grises, cae de pozo a pozo abismal, siniestro paraje de semejantes, arrastrando pensativas cadenas enmorriñadas de barrotes va la sombra bestia por el oscuro a la par de miedo y amigable traicionera curiosidad.
Paso previo paso muévese ella con cuidado en colgante puente de vida, esta alma acuchillada y mutilada en desventajada matanza desafortunada, esta bestia por mudas palabras concebida, por soledad precaria criada y protegida.
Porta estandarte, bandera de pan mojado a rallas, tangentes de polluelo en suelo con colores en alba de secretos, cambiaría presto su destino solitario con nuestro ángel de alas negras en el infierno, estaría más que dispuesto a rezar con sus demonios.
Deseoso de poseer unos ojos del marrón más mundano abraza la envidia de caminar con ellos, de que se le borre el rostro y ronde en silencio como uno más en el suyo feliz ajetreo.
Sin recuerdo de la razón que le llevó a soportar tediosa vida, no es más que otro trozo de carne humana en descomposición, viviendo en un eterno viaje hacia el perdón de sus oscuros sentimientos, y a la vez en su “Notre Dame” sin el atrevimiento de saber si su puerta esta cerrada o abierta.
Se lamenta putrefacto de la paz que le otorga su ataúd de madera antioxidante, solo ama el dilema de proteger sus secretos con empeño mientras quiere revelarlos a este mundo desinteresadamente molesto.
Entre odio y amor, esquina y callejón, la basura habla de su pasado perdido entre lencerías y suelos de mármol, sombras de espanto en el recuerdo de ella, protagonista, y su rostro entre mundos, se escapa de su piel cabezona el tacto pasado de su drama corazón, soñó con conocer la poesía de su cuerpo pero solo conoció la tragedia de su adiós.
Que te podría enseñar esta bestia si aún no se ha inventado a ella misma y ni si quiera ha encontrado todavía alguna alegre melodía, si siempre está acompañada de un verso prohibido en una delicada estrofa vergonzosa, si nunca ha tenido musa ni invitación alguna a virtuoso concierto.
Y yo pregunto: ¿quién será ofrecido juez para esta pobre criatura?, ¿quién doblará con veloz trote las esquinas de su burbuja de adicción?, ¿quién?; ¿quién será el valiente héroe que la libere si estamos todos en la misma situación?
Este poema habla sobre una bestia, antaño humana, que intentó aventurarse hacia el amor pero salió escaldado sin ni siquiera probar un poco de su dulzor, ahora vaga solitaria con la soledad como abrigo y única compañía eterna.