¡Ay, amargas soledades de mi bellísima Filis, destierro bien empleado del agravio que la hice! Envejézcanse mis años en estos montes que vistes, que quien sufre como piedra es bien que en piedras habite. ¡Ay, horas tristes, cuán diferente estoy del que me vistes! ¡Con cuánta razón os lloro, pensamientos juveniles que al principio de mis años cerca del fin me trujistes! Retrato de mala mano, mudable tiempo, me hiciste; sin nombre no me conocen aunque despacio me miren. ¡Ay, horas tristes, cuán diferente estoy del que me vistes! Letra ha sido sospechosa, que clara y oscura sirve, que por no borrarla toda, encima se sobrescribe. Pienso a veces que soy otro hasta que el dolor me dice que quien le sufre tan grande ser otro fuera imposible. ¡Ay, horas tristes, cuán diferentes estoy del que me vistes!
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Poeta
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