La semilla (CUENTO)
POR : Alfie el Brujo
Toda ella era una conclusión anhelada, con las manos flotantes casi en conexión con Andrómeda, su boca sensual tampoco rechazaba lo infinito, adornada con un cabello oscuro que lejos de aconsejarme venerar el luto me traía a la mente los más apasionados días de Julio; la piel, tímidamente tostada de reflejos cetrinos, como la gente de mar, causaba escalofríos porque naturalmente, amigo mío, estas personas nacen febriles. Yo que siempre voy caminando semejante a los poliomielíticos con sendas herrumbres, movimientos inseguros de ánimos amarillos; no pude más que adorarle en cuanto fingió un poco de atención en mis melancolías ¡ah, porque haz de saber que todas se disfrazan!, empero cuando un día de los días de ese mes inmundo me aproximé a tientas, sólo auxiliados mis ojos, que son deleitosos, por el rayo de la luna filtrado tras la magra cortina de aquel hotel de proscritos, y examiné los suyos; un brillo inusual en el dúo me hizo estremecer de horror pues uno de los globos oculares era de cristal fino, ¡sí, no haz leído mal camarada! un lucero por completo de vidrio; pensé en huir, te confieso, así nomas de buenas a primeras, pero extraños son los movimientos de los sedientos, de los más escasos como yo que contrario a eso me lancé sobre ella llenándole de besos para después concentrarme en lengüetear la pieza falsa, un coraje me inundó súbitamente y con fruición succioné cuanto pude sin atender a las “nuevas” negativas. Fue tanto, hermano, que el ojo terminó por abdicar, lo paladeé en mi boca y observé la cuenca seca, aviste mi oportunidad: me acerqué y lo roí hasta provocar la fuga de un líquido de emanaciones corruptas y trabajé un agujero donde le coloqué una semilla de mandrágora; gran amiga de las tinieblas. Ya sangraba un poco, reajusté el globito y mira que me pareció un poco chabacano, la desaté, le dije mi nombre, que no está tampoco de despreciarse, y me marché.
No he vuelto a verla, pero tampoco es que esté con ánimos de recibirle saltando, que sepas que soy complejo, y detesto más a las tuertas que la cerveza caliente.
Recuerdo que lloraba…pero no estoy seguro.
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Poeta
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