Yo que abrazo mis penas y el dolor que las viste, te regalo un acaso, te prometo un quizás, porque llueve en mi ocaso tu fulgor; además que me enciendes las venas y me quitas lo triste.
En mis ansias resuenas como brisa que asiste al silencio Pegaso con su suave compás y en su vuelo repaso lo que no callarás cuando las cantilenas me retiren su alpiste.
Me dirás: ¿no comiste ya bastantes engaños? Te diré: ¡solo pido la pasión que me das!, el amor forajido que me ofreces sin más
y el fragor que escondiste en mis huesos huraños. Te diré que mi duelo se consume en tu alteza y no hay verde en mi suelo sin tu gracia y belleza.
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Poeta
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